¿Siente que los mandamientos de Dios son restrictivos y opresivos? Esta es una actitud común en nuestra cultura, pero no es una que deban tener los creyentes. Los mandatos de nuestro Padre celestial son para nuestro bien. Nos instruyen en justicia y nos protegen del pecado. Contrariamente a la opinión de que la ley de Dios es un obstáculo para la felicidad, la obediencia a Él es, en realidad, fuente de placer y contentamiento.
Desafiar la autoridad de Dios en cualquier área de nuestra vida le da a Satanás la oportunidad de causar estragos espirituales (Ef 4.27). Y, como nos dice Gálatas 6.7, la rebelión contra el Señor siempre resulta costosa. De hecho, la cruda verdad es que no solo cosechamos lo que sembramos, sino que a menudo cosechamos, más de lo que sembramos, después de sembrarlo.
Ninguno de nosotros quiere encontrarse en un campo de malezas espinosas que nosotros mismos hemos hecho crecer. Recuerde que nunca es demasiado tarde para empezar a plantar buenas semillas. Y el mismo principio se aplica a lo siguiente: si sembramos para el Espíritu, no para la carne, cosecharemos su fruto y la vida eterna.
Como Soberano del universo, nuestro amoroso Padre tiene en mente lo mejor para nosotros. Al comprender esto, las personas sabias aman su Palabra y se esfuerzan por hacer lo que ella dice (Sal 119.9).