Cuando se trata de servir en la iglesia, algunas personas buscan la prominencia. No hay nada de malo en dirigir un comité o enseñar una clase grande, pero el Señor nos llama a tener un corazón de siervo. Eso significa vivir de tal manera que lo glorifiquemos. Y aunque lo que hacemos pueda pasar desapercibido por otros, nuestro Padre celestial lo ve y se complace con nuestros actos de servicio (Mt 6.3, 4).
Por su gran amor, Dios nos coloca justo donde quiere que sirvamos, y en cada tarea que emprendemos debemos dar lo mejor de nosotros, ya sea limpiando, llamando a un enfermo o dirigiendo una clase de escuela dominical. En última instancia, servimos a Cristo, y desea nuestra obediencia y mejores esfuerzos.
Hay muchas razones por las que el Señor nos llama a servir. Primero, porque servir nos ayuda a deshacernos del orgullo y el egoísmo, permitiendo que nuestro enfoque esté en Él. Segundo, porque proclamamos nuestro amor por Cristo a través de nuestro apoyo mutuo. Tercero, porque Dios prueba y purifica nuestro corazón a través del servicio.
Ayer preguntamos cómo define usted el éxito. En el sentido bíblico, el éxito significa que Dios establece los objetivos para nuestra vida y desea que lo obedezcamos.
BIBLIA EN UN AÑO: NÚMEROS 11-13