De los tres miembros de la trinidad, quizás el menos mencionado sea el Espíritu Santo. Sin embargo, Él es igual con el Padre y el Hijo. El primer capítulo de las Sagradas Escrituras nos dice que Él existía antes de la formación del mundo, y que participó en la creación (Gn 1.2, 26). Hoy en día, Él desempeña un papel fundamental en la salvación, el crecimiento espiritual y la capacitación y el fortalecimiento de los creyentes.
En el momento de la salvación, el Espíritu de Dios viene a morar en cada nuevo creyente. Su presencia en nosotros no es algo que tengamos que ganar o adquirir; es un regalo para cada hijo de Dios. Su trabajo es transformarnos a la imagen de Cristo, ayudarnos a entender la Palabra de Dios, reprendernos cuando pecamos, darnos poder para vencer la tentación y para caminar en obediencia a Dios y guiarnos a lo largo de la vida. Cuando nos sometamos a su dirección, recibiremos todos los beneficios de su trabajo en nosotros.
¿Está usted experimentando la plenitud del Espíritu Santo? Aunque nunca se nos prometen circunstancias felices a lo largo de la vida, el Espíritu puede despertar en nosotros gozo y satisfacción, incluso en situaciones difíciles. Si carece de estos, ore por sensibilidad para estar atento a la enseñanza y la dirección del Espíritu Santo.
Biblia en un año: Jueces 1-3