Dios ha dado a los creyentes dones espirituales para el bien común del Cuerpo de Cristo. Y la enseñanza es un don esencial para los líderes de la iglesia, quienes deben ser capaces de exhortar y corregir cuando se aferran firmemente a la Palabra de Dios (Ef 4.11-13). Sin embargo, esta habilidad dada por Dios no se limita a las autoridades. Otros miembros de una comunidad de creyentes también están dotados de esta competencia y son responsables de usarla con fidelidad.
El don de la enseñanza no se caracteriza solo por la capacidad de hablar con elocuencia, pues hay quienes suenan bien pero están difundiendo mentiras. Los verdaderos maestros combinan la buena comunicación con un estudio cuidadoso de la Biblia. De hecho, se deleitan en profundizar su comprensión de la Palabra de Dios, y anhelan compartir lo que han aprendido. Tales cristianos son organizados y analíticos en sus pensamientos, así como minuciosos y precisos en sus explicaciones de las Sagradas Escrituras.
¿Ha sido usted bendecido con este don? Si es así, Dios desea que lo use fiel y cuidadosamente para bendición de su iglesia. Y tenga presente tanto el privilegio como la responsabilidad inherentes al don de la enseñanza: “El que habla, hágalo como quien expresa las palabras mismas de Dios” (1 P 4.11 NVI).
Biblia en un año: Gálatas 1-3