Imagínese que un hombre ha comprado un juguete nuevo para sus nietos. Después de echar un vistazo rápido a las instrucciones, deja el folleto a un lado y se pone a armarlo. Unas horas después, abre humildemente las instrucciones de nuevo y sigue los pasos para armar el juguete. Pronto termina, y los nietos juegan felices.
El abuelo sabía que el fabricante tenía un plan para ensamblar el juguete, pero asumió que podría resolverlo sin ayuda. Muchos de nosotros abordamos la Biblia de la misma manera. En lugar de tratar la Palabra de Dios como un manual para vivir, solo la consultamos cuando no sabemos qué hacer.
La Biblia enseña a los creyentes quién es Dios, qué piensa y cómo actúa. Conocer los caminos del Señor asegura que podamos tomar decisiones sabias que lo honren. La Biblia también es el libro de instrucciones de Dios para vivir (2 Ti 3.16, 17). En el pasaje de hoy, leemos que si una persona quiere ser justa, su vida debe cumplir con los principios bíblicos (2 Ti 3.9, 10), y la única manera de hacerlo es leer, estudiar y meditar en las Sagradas Escrituras.
La Palabra de Dios es una posesión de valor supremo. Entre las riquezas de la Biblia hay historias que nos enseñan cómo servir al Señor y vivir de una manera que lo honre. Contiene una gran cantidad de instrucciones para edificar una vida recta y significativa.
Biblia en un año: HECHOS 16-17