Para que el Espíritu Santo pueda trabajar sin obstáculos, debemos esforzarnos por escuchar a Dios cuando habla. Es posible, por ejemplo, “oír” cada palabra de un sermón sin escuchar en realidad ni una palabra. De hecho, hay dos tipos de oyentes en prácticamente todas las iglesias del mundo: los pasivos y los activos.
Un oyente pasivo es alguien que está presente en los servicios, pero solo se sienta y deja que su mente divague. Observa a las personas, nota cómo visten y actúan, socializa con amigos y hace planes para el almuerzo. No va a la iglesia para escuchar al Señor.
Por otro lado, un oyente activo entra en el santuario entusiasmado por el sermón y lo que aprenderá de él. Este cristiano está listo para captar la esencia del mensaje. Toma tantas notas como puede, tratando de no perderse nada. A lo largo del mensaje, se pregunta: ¿Qué me está diciendo el Señor?
Dios se comunica de muchas maneras diferentes, y cuando habla, siempre debemos escuchar activamente. Si encuentra que su mente divaga durante la adoración, tal vez esté escuchando de forma pasiva. Pídale a Dios que enfoque sus pensamientos y decida ser un oyente activo a partir de ahora.
Biblia en un año: ECLESIASTÉS 5-8