Hágase esta pregunta: ¿Qué clase de luz soy? ¿Es su brillo un poco opaco, un parpadeo que los demás solo pueden ver si ponen atención? ¿O ilumina todo cuando entra en una habitación? Como cristianos, debemos brillar con intensidad, sin importar el lugar.
Algo que puede disminuir nuestro resplandor es la miopía espiritual. Antes de aceptar obedecer al Señor, podemos pensar que tenemos que ver justo lo que Él planea hacer. No obstante, estamos llamados a ser embajadores fieles que confían en que su Espíritu obrará como Él quiera. Es como si Dios dijera: “No me des un calendario, confía en mí. Observa cómo hago las cosas a mi manera y en mi tiempo, y mira lo que sucede”.
El Señor le ama muchísimo, y como miembro de la familia de Dios, el Espíritu Santo mora en usted (1 Co 6.19). Su luz es el resplandor en usted. No tiene idea de las cosas asombrosas que Él puede hacer, en el trabajo, en la escuela, o en la familia, entre los vecinos y amigos, cuando usted tiene la sincera disposición de irradiar la luz del amor de Dios.
Si se arrodilla y ora: “Señor, estoy disponible. Haz lo que quieras con mi vida y muéstrame lo que deseas”, Él le revelará el siguiente paso. Dios está dispuesto y listo para moverse en la vida de cualquiera que elija estar disponible para Él.
BIBLIA EN UN AÑO: GÉNESIS 32-35