A lo largo de la Biblia, vemos a Dios trabajando en la vida de las personas. A veces actúa de una manera dramática, como en la separación de las aguas del mar Rojo. En otras ocasiones, puede parecer que no está haciendo mucho. Por ejemplo, María y Marta le enviaron el mensaje de que su hermano se estaba muriendo, pero el Señor Jesús tardó en acudir a ellas (Jn 11.3-6).
Nuestro Padre nos ha dado al Espíritu Santo para ayudarnos a reconocer su presencia y su obra. El Espíritu cultiva el discernimiento en nosotros para que podamos entender cuándo y dónde está Él trabajando. También debemos desarrollar paciencia, porque Dios actúa según su tiempo, no el nuestro. Después de que le fue prometida una descendencia numerosa, Abraham tuvo que esperar años antes de que Sara concibiera, un momento en el que ambos eran muy ancianos.
Las acciones de Dios pueden traer deleite, como fue el caso cuando Ana dio a luz a un niño (1 S 1.27–2.1). Su plan también puede conducir a tiempos dolorosos, como fue la experiencia de José. Antes de que el Señor lo elevara a una posición de autoridad, José fue vendido como esclavo y encarcelado injustamente.
Seremos alentados y fortalecidos cuando reconozcamos cómo está operando el Señor en nosotros y a nuestro alrededor.
BIBLIA EN UN AÑO: RUT 3-4