En el camino de la vida, las decisiones son como intersecciones; debemos elegir por dónde ir. Si avanzamos sin buscar a Cristo, el camino que elijamos puede conducirnos al dolor y a los problemas (Mt 7.13, 14). Aunque el Señor está listo y dispuesto a ofrecer dirección, no siempre la da cuando o de la manera que esperamos.
A veces, esto se debe a que Él quiere captar nuestra atención. Cuando todo va bien, podríamos sentirnos tentados a olvidarnos de Él. Pero la incertidumbre nos atrae de nuevo a Dios como un imán. Al alinear nuestros pasos con los suyos y en sumisión al Espíritu, abrimos nuestros oídos para escuchar su voz.
Nuestro período de espera es el tiempo de preparación de Dios. Él puede estar coordinando los acontecimientos para alinearlos con su voluntad. A veces, tiene trabajo que hacer en nosotros antes de que podamos manejar lo que se ha propuesto para nuestro futuro. Esperar nos ayuda a fortalecernos espiritualmente; si recibiéramos su dirección al instante, rara vez tendríamos la oportunidad de poner en práctica nuestra fe.
Si la impaciencia le tienta a adelantarse al tiempo del Señor, corre el riesgo de salirse de la voluntad de Dios y perderse sus bendiciones. Pero si espera hasta que Él dé una dirección clara, caminará en su paz con certidumbre.
Biblia en un año: HECHOS 5-7