¿Alguna vez se ha preguntado cuál es la razón de su existencia? Las actividades cotidianas y las preocupaciones nos llevan en tantas direcciones que rara vez pensamos en el objetivo de la vida. Pero nuestro Creador nos creó para glorificarlo (Is 43.7).
Dios nos dice que testifiquemos de su fidelidad y de sus obras poderosas. El Señor Jesús también consideraba esto importante; cuando enseñó a sus discípulos cómo comunicarse con Dios, comenzó su oración con la adoración a su Padre (Mt 6.9).
Es por eso que debemos prestar tanta atención a alabar al Señor como lo hacemos al hacer peticiones. Puede ser difícil poner la adoración en primer lugar cuando nos disponemos a orar. De hecho, hacerlo podría incluso sentirse incómodo de vez en cuando. Sin embargo, el Salmo 103.2 nos dice que recordemos los beneficios de Dios para que lo glorifiquemos. Este salmo también nos muestra cómo exaltar al Padre celestial con nuestras palabras: específicamente, debemos alabar a Dios por su carácter y su obra (Sal 103.2-8, 19).
¿Cuándo fue la última vez en que lo único que hizo fue alabar al Señor? Observe cómo es exaltado el Padre celestial en los salmos y a lo largo de las Sagradas Escrituras. Luego, adórelo con alabanza mientras pasa tiempo deleitándose en su presencia.
BIBLIA EN UN AÑO: GÉNESIS 8-11