Cristo nos pidió que continuáramos su obra en la Tierra; que compartiéramos el mensaje de la gracia salvadora de Dios (Mt 28.18-20). Sin embargo, seguir este mandato no siempre es fácil, en especial con personas que pueden ser distintas a nosotros. Puede parecer más fácil hacerse amigo de alguien que comparte nuestros valores, pero el Señor nos dijo: “Haced discípulos a todas las naciones” (Mt 28.19). Si bien algunas oportunidades pueden parecer una pérdida de tiempo desde la perspectiva humana, la verdad es que nunca sabemos quién puede ser dirigido a Jesucristo por medio de nuestra obediencia.
Basta con mirar la vida del Señor quien comía con los odiados recaudadores de impuestos (Mt 9.10; Lc 19.5), y compartió con gentileza su mensaje de esperanza a una mujer adúltera (Jn 4.7-27). Y a todos, discípulos o fariseos, escandalizados por las personas con las que se reunía, les dijo: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mr 2.17). Debemos dirigir con ternura a hombres y mujeres de todas las nacionalidades y orígenes a nuestro Dios perdonador.
Si el Señor Jesucristo estuviera en la Tierra hoy, estaría ministrando a los necesitados, a los adictos y a los oprimidos. Para ser como nuestro Salvador, amemos a los demás y ayudémosles a encontrarse con Él.
Biblia en un año: Ezequiel 1-3