El versículo de hoy expresa una verdad que resuena profundamente en todos nosotros: “La esperanza que se demora es tormento del corazón; pero árbol de vida es el deseo cumplido”.
Los árboles crecen a partir de semillas pequeñas, extendiendo sus ramas hacia el firmamento. En cierto modo, los creyentes son como árboles. Nuestra fe en el Señor es como una semilla plantada en tierra fértil. Echa raíces y comienza a brotar, extendiéndose hacia los cielos. Luego, a medida que obtenemos fuerza y nutrientes del Creador, nuestra esperanza en Él madura, dando buen fruto que nutre y satisface nuestro corazón.
Al permanecer en el Señor, Él nos protege durante las pruebas de la vida y se convierte en nuestro refugio. Solo Él nos sostiene con el fruto del gozo, la paz y la alegría, al alimentar nuestro espíritu y renovar nuestras fuerzas.
Para que nuestra esperanza en Dios crezca fuerte, necesita ser regada con oración, adoración y confianza. Entonces llegaremos a ser como árboles enraizados y firmes, irradiando la gloria de Dios y dando el fruto de su Espíritu. Como dice Isaías 61.3 (TLA): “Entonces los llamarán: Robles victoriosos, plantados por Dios para manifestar su poder”.
Biblia en un año: Apocalipsis 5-8