El sacrificio de Cristo en la cruz pagó por todos nuestros pecados, pero seguimos siendo susceptibles a la tentación y la desobediencia. Por tanto, debemos entender qué hacer cuando cedamos a nuestros deseos pecaminosos. Dios conoce nuestra lucha, y nos ha dado por su gracia una manera de ser limpios, para que podamos seguir creciendo en santidad. Para ello, debemos...
- VER EL PECADO COMO LO VE DIOS. Nuestro Padre celestial es puro y, para Él, cada pecado es una ofensa que viola su ley, entristece al Espíritu Santo y menosprecia el sacrificio de Cristo.
- ASUMIR LA RESPONSABILIDAD POR EL MISMO. Tratar de suavizar la naturaleza atroz del pecado llamándolo error, debilidad o defecto es inaceptable. Debemos reconocer nuestra culpa y desobediencia, en vez de poner excusas o culpar a otros.
- CONFESARLO. Estar de acuerdo con Dios en cuanto a nuestro pecado es un privilegio bendito, por medio del cual Él nos limpia de la culpa. El Señor nos capacita para alejarnos del pecado en arrepentimiento, y así podamos andar de nuevo en santidad.
Aunque Juan explicó cómo debemos lidiar con el pecado, su propósito principal era animarnos a dejar de pecar y vivir en obediencia a Dios. Cuanto más tiempo seamos cristianos, menos pecado debe caracterizar nuestra vida.
Biblia en un año: Deuteronomio 1-2