A veces es difícil ver el pecado en nuestra propia vida, sobre todo si es algo que no parece malo. Ese es el problema de la pereza: parece una debilidad aceptable en lugar de un pecado. A quienes son perezosos le es difícil ver lo que están haciendo mal, y sienten que las críticas son injustas (Pr 26.16).
Para determinar si usted está siendo perezoso, considere las siguientes características:
- Pone excusas para no hacer una tarea.
- Evita ocuparse de algo que le desagrada, aunque sea su responsabilidad.
- No considera las consecuencias de su falta de acción.
- Necesita presión externa para realizar las tareas.
Las consecuencias de la pereza son serias. En el lugar de trabajo, existe la posibilidad de recibir críticas frecuentes, ser puesto a prueba o incluso ser despedido. En el hogar, la acumulación de frustración puede dar lugar a palabras hirientes, y los hijos pueden copiar los hábitos indeseables de sus padres y sufrir por ello.
Es posible que podamos engañarnos pensando que la pereza no es gran cosa, pero a Dios no le agradan la indiferencia, el descuido y lo mediocre. Quiere que hagamos nuestro trabajo de corazón, como para Él (Col 3.23).
Biblia en un año: Mateo 19-21