Todos anhelamos tener amigos buenos y confiables que nos amen, pero ¿cómo hacemos para entablar estas relaciones? El relato bíblico de David y Jonatán nos ayuda a aprender cómo cultivar amistades genuinas y estrechas (1 S 18–20). Su historia demuestra que el verdadero compañerismo se crea sobre una base de respeto mutuo, amor y compromiso auténtico.
Jonatán era el príncipe de Israel, mientras que David era un humilde pastor de ovejas. El estatus social no interfirió en la amistad. Cuando uno experimentaba alegría o tristeza, el otro también lo hacía, porque sus corazones estaban unidos. Las circunstancias difíciles no pudieron debilitar su relación. Jonatán incluso arriesgó su vida y su futuro reinado para salvar a David de la muerte.
Dios nos ha diseñado para el compañerismo verdadero. Pero el desarrollo de este tipo de relación requiere no solo tiempo y devoción abnegada, sino también transparencia, lo que significa estar dispuestos a revelar quiénes somos en realidad. Asumir ese riesgo requiere confianza, pero las amistades sólidas merecen el esfuerzo.
Biblia en un año: Marcos 6-7