Las bendiciones de Dios para nosotros no están destinadas a quedarse solo con nosotros. Su deseo es que fluyan hacia los demás. Este principio se aplica en todas las áreas de la vida, incluyendo nuestra situación económica. ¿Sabía usted que nuestro Padre celestial tiene planes para su dinero?
El Señor provee en su gracia para nuestras necesidades e incluso nuestros deseos. Pero también quiere que usemos nuestro dinero para llevar a cabo sus planes. Y uno de sus propósitos es que compartamos nuestros recursos con otros.
Basta con mirar su promesa desbordante en el versículo 8 del pasaje de hoy: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra”. Compartir las bendiciones con los demás nunca nos llevará a la escasez. De hecho, el Señor promete aumentar la cosecha de nuestra justicia y enriquecernos en todo en respuesta a nuestra liberalidad. Jamás podremos superar a Dios en generosidad.
Una bendición monopolizada nunca se disfrutará tanto como una compartida. Utilizar el regalo que Dios nos ha dado para satisfacer la necesidad de otra persona, glorifica al Señor demostrando así su gracia en nuestra vida. No deje que sus generosas provisiones se queden solo con usted. Repártalas, y descubra el regocijo de una serie inagotable de bendiciones.
Biblia en un año: 1 Samuel 22-24