¿Es usted rápido para escuchar y responder a la Palabra de Dios, o parece que le entra por un oído y le sale por el otro? Aunque los mensajes del Señor eran poco frecuentes en la época de Elí, el viejo sacerdote fue confrontado por un profeta porque estaba deshonrando al Señor y al sacerdocio al no reprender a sus hijos por su mala conducta (1 S 2.27-36).
A pesar de la predicción de las consecuencias nefastas, Elí no hizo caso a la advertencia. Así que la Palabra del Señor le llegó de nuevo a través del joven Samuel. Al principio Samuel no sabía quién hablaba, pero Elí le indicó que dijera: “Habla, Jehová, que tu siervo oye” (1 S 3.9).
Cada vez que abrimos la Palabra de Dios, debemos decir lo mismo para evitar equivocarnos. El diablo trata de imitar la voz de Dios, pero cuanto más familiarizados estemos con las Sagradas Escrituras, mejor podremos discernir las mentiras del enemigo.
Santiago 1.22 nos advierte que no seamos simples oidores de la Palabra, sino hacedores. Preste atención cuando lea la Biblia, porque Dios le está hablando de forma directa. Tome sus advertencias de corazón, obedezca sus mandamientos y reciba ánimo y consuelo de sus promesas.
Biblia en un año: Salmos 107-111