¿Se ha enfrentado usted alguna vez a una puerta cerrada? Es muy frustrante, ¿verdad? El apóstol Pablo lo entendía muy bien. En su segundo viaje misionero, encontró una y otra vez el camino bloqueado por el Espíritu Santo.
A Pablo debió parecerle extraño que Dios le impidiera difundir el evangelio. Pero en vez de enfadarse o intentar abrirse camino a la fuerza en un nuevo territorio, Pablo esperó la dirección del Señor. La Biblia no nos dice cuánto tiempo permanecieron él y Timoteo en Troas, pero el apóstol no se movió hasta que el Señor le reveló la entrada a un nuevo campo misionero.
Si usted se encuentra en un período de espera, haga lo que hizo Pablo. Considere su situación como una oportunidad para buscar el propósito y la dirección de Dios. Pregúntele al Señor por qué le ha impedido seguir adelante; tal vez no sea el momento adecuado o haya algún pecado con el que usted tenga que lidiar. Cualquiera que sea la razón, es importante ser sensible a la dirección del Espíritu y prepararse para la puerta que se abrirá.
Cuando una puerta se cierra, Dios tiene una razón. Él nos está demostrando su amor y protección, incluso cuando no lo veamos. Dios siempre cumple su promesa de hacer que todo sea para nuestro bien (Ro 8.28).
Biblia en un año: NÚMEROS 3-5