Pedro, Andrés, Jacobo y Juan eran pescadores antes de convertirse en discípulos de Cristo. Sus vidas giraban en torno a las condiciones meteorológicas, la pesca y la obtención de ganancias. Pero en el pasaje de hoy, cuando el Señor los llamó a ser pescadores de hombres, estos cambiaron de vida dramáticamente (Mt 4.22).
En cambio, el joven rico se marchó triste cuando se dio cuenta de lo que tendría que renunciar para seguir a Cristo (Mt 19.21, 22). Una invitación del Señor suele requerir que modifiquemos nuestra manera de vivir. Ya sea que esto implique cambiar de trabajo o de alterar hábitos, Dios espera que nos ajustemos a su plan.
A veces, el Señor puede exigir un cambio en nuestras relaciones. Antes de ser invitados a viajar en compañía del Señor Jesús, Jacobo y Juan habían trabajado en el negocio familiar con su padre. Aceptar la invitación de Dios significaba ver con menos frecuencia a familiares y amigos. Pero Cristo promete una gran recompensa por cualquier sacrificio que hagamos (Mt 19.29).
Los planes de nuestro Padre celestial se basan en su bondad, justicia y misericordia. Gracias a su carácter perfecto, podemos confiar en la dirección de Dios y ajustarnos a su plan, aceptando su voluntad y haciendo los cambios necesarios (Pr 3.5, 6).
Biblia en un año: 2 CRÓNICAS 18-20