Es tentador pensar que no necesitamos mejorar mucho. Aunque hay personas que admiten que quizás podrían “mejorar” en algunas áreas, por lo general añaden: “Pero soy una buena persona”. Sin embargo, la verdad es que el Padre celestial no se conforma con la escasa visión de “suficientemente bueno” de la humanidad. Él quiere algo mucho mejor para nosotros.
Dios ve a cada creyente como la persona que será cuando esté rendida del todo a Cristo. Entonces se dedica a lograr esa renovación completa transformando el yo presente a la imagen de su Hijo (1 Co 15.49). Un paso esencial en la obra de Dios implica eliminar todo lo que no es piadoso en nuestra vida. Este proceso a menudo es incómodo, ¡pero vale la pena! Dios apunta a hábitos, actitudes y relaciones que no lo honran. Aplica presión para dirigir nuestra atención a esos puntos para que se los entreguemos.
Conformar nuestra voluntad a la de Dios cambia quienes somos. En medio de nuestra transformación, el dolor de sus herramientas puede oscurecer temporalmente la belleza de su diseño. Pero nada es más espléndido para el Señor que un seguidor comprometido, que obedece pase lo que pase. Sométase a Él para que pueda transformarle en el hijo o hija que tiene en mente.
Biblia en un año: HECHOS 27-28