Esperamos que esta sea para usted una época de abundante gozo, aunque sabemos que no siempre es así.
Los problemas de la vida pueden socavar nuestro gozo y robarnos la paz con facilidad. Para esos días —quizás hoy— en los que la preocupación parece consumirle, aférrese a la paz que es suya en el Señor Jesucristo. El Dr. Stanley nunca se cansó de enseñar sobre este tema, de hecho, escribió a un nivel muy personal sobre ello:
Durante mucho tiempo después de mi salvación, tuve una vaga sensación de vacío.
No podía determinar la causa, pero sabía que algo faltaba en mi vida cristiana. Era inquietante. Un día me di cuenta de lo que me faltaba. No sentía la paz interior de Cristo.
Para los creyentes, hay dos tipos de paz. Cuando somos salvos, obtenemos la paz con Dios porque nuestros pecados son perdonados. Y además, experimentamos una impresionante sensación de plenitud que proviene de la paz de Dios.
Sin embargo, también es posible que sintamos preocupaciones, temores, ansiedad y esa sensación de vacío que yo sentí.
¿Eso le describe a usted?
Muchas cosas se oponen a la paz de Cristo en nuestros corazones. Nos enfrentamos a enfermedades, conflictos, problemas económicos y pérdidas. ¿Cómo podemos sentirnos en paz con tanta turbulencia?
Quiero asegurarle que hay un camino.
Cuando el Señor Jesús estaba a punto de dejar a sus discípulos e ir a la cruz, sabía que estarían angustiados, así que los tranquilizó diciéndoles: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn 14.27).
Esa misma paz está disponible para cada creyente hoy.
¿Cómo podemos reconocer esta paz en nuestras vidas?
La paz de Cristo contrasta con la paz del mundo. Desde que Adán y Eva pecaron, la humanidad ha intentado, sin éxito, recuperar la paz que se perdió en la caída. En la búsqueda de la serenidad interior, la gente la sustituye con riquezas, posesiones, relaciones, sustancias y entretenimiento, buscando algo que adormezca su dolor.
Dios resume el afán del mundo en Isaías 57.20, 21: “Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos”.
La paz del mundo no es verdadera paz.
Es un intento de anestesiarnos ante cosas como la pérdida y el conflicto. ¿Es así como usted piensa sobre la paz? Incluso como creyentes, podemos ser tentados por ídolos o placeres momentáneos, con la esperanza de borrar nuestros problemas. Pero las situaciones problemáticas siempre estarán presentes en este mundo caído. No podemos escapar de ellas.
Por el contrario, la paz de Cristo no se parece en nada a la paz del mundo porque prevalece sobre nuestras circunstancias.
Se basa en nuestra relación con Él. La palabra griega traducida como paz significa unir. En Cristo, nuestras rupturas desaparecen por completo. Experimentamos su sanidad divina dentro de nuestras emociones. Como resultado, obtenemos quietud, firmeza y estabilidad para cualquier situación. Una vez que conozca este tipo de paz, nunca la cambiará por lo que el mundo ofrece.
Seguro que habrá momentos en los que se sienta abrumado con miedo o ansiedad, pero no tiene por qué permanecer en ese estado.
Ore. Ponga su mirada en Cristo y en medite en palabras alentadoras de las Sagradas Escrituras, hasta que la paz del Señor inunde su corazón y su mente (Fil 4.6, 7).
Ha habido momentos en mi propia vida en los que he atravesado situaciones muy difíciles. En una ocasión, después de pasar por un momento bastante doloroso, recuerdo que pensé: “Dios, ¡qué fiel eres! Cuando en mi debilidad humana todo en mí quería huir, Tú me diste una paz interior que estaba anclada a Quien no se movería: el Señor Jesucristo”.
En sus más grandes luchas, en sus experiencias más desgarradoras y en sus penas más profundas, Cristo le ofrece paz.
Adquirirla no es un hecho puntual, sino un proceso continuo. En cada situación estresante, acuda a Cristo una vez más con plena confianza y reciba de nuevo la paz del Señor. Cuanto más lo haga, más se arraigará la paz de Cristo a su corazón y más evidente será en su vida.
Las palabras del Dr. Stanley dan una esperanza increíble.
Hay una gran paz duradera disponible para nosotros en Cristo. Es la herencia del creyente, nuestro regalo del Salvador. Aférrese a Jesucristo hoy, mañana y siempre. Oramos por su paz en Él.
Hasta la próxima, que Dios le bendiga.
Para la gloria de Dios,
Sus amigos de Ministerios En Contacto
P.D. Este mes recordamos con cariño al Dr. Stanley, que habría cumplido 92 años el 25 de septiembre. Estamos agradecidos por todo lo que nos enseñó y por la oportunidad de continuar su legado. El Dr. Stanley se dedicó a enseñar, predicar y compartir a Cristo con el mundo. ¡Qué vocación tan impresionante! Es un honor saber que su misión y su mensaje siguen vivos por medio de cada uno de nosotros, incluido usted.