A medida que nos adentramos en los últimos meses del año, es el momento perfecto para hacer una pausa y reflexionar.
¿Le ha sostenido la paz de Dios este año? ¿O los conflictos han sido una fuente de problemas y angustia?
La discordia con los demás puede ser muy angustiosa.
Cuando nos sentimos a la defensiva o receptores de emociones negativas, podemos olvidar con facilidad cómo quiere Dios que actuemos.
El Dr. Stanley conocía bien los inquietantes problemas que suelen surgir entre las personas, y la forma en que pueden desgarrar iglesias y dañar comunidades.
Esperamos que sus sabias palabras le animen a ser un faro del amor de Dios para quienes le rodean.
Recuerdo una conversación que tuve una vez con una mujer que me dijo que tenía problemas para encontrar una buena iglesia en su zona. No era porque no hubiera suficientes de donde elegir, sino que habían desacuerdos y división en todas las iglesias que ella conocía.
Esta desunión es la triste realidad de muchas iglesias hoy en día. Tal vez su iglesia tiene dificultades en esta área, y usted no sabe qué hacer para ayudar a la gente a resolver sus diferencias y vivir en unidad.
Creo que la mayoría de los conflictos en las iglesias son relacionales, no teológicos.
Un miembro se siente ofendido por otro. Un grupo quiere dirigir la iglesia de una manera, mientras que otro quiere que siga su agenda. Podemos ver estos conflictos dentro de las familias creyentes y también en el Cuerpo de Cristo en general.
El origen del problema es el fracaso en comportarse de una manera que honre a Cristo y mantenga la unidad del cuerpo.
La vida en el reino de Dios debería ser el más cálido de los ambientes para los creyentes que viven en un mundo hostil.
Pero ya sea en la iglesia o en el mundo, estamos llamados a ser pacificadores. Por eso Pedro escribió una carta a los cristianos que sufrían persecución. Después de darles instrucciones sobre cómo reaccionar ante diversas situaciones en el hogar y en el mundo, les dio un modelo práctico de vida:
“Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición” (1 P 3.8, 9).
Me gustaría analizar este pasaje desde dos perspectivas.
En primer lugar, ¿qué dicen estos versículos sobre cómo debemos comportarnos los creyentes entre nosotros?
Los cristianos se relacionan entre sí a un nivel más profundo que con los del mundo. Tenemos una vida común en Cristo y en nosotros mora su Espíritu Santo. Por lo tanto, hay algunos aspectos de 1 Pedro 3.8, 9 que solo se aplican a las relaciones entre creyentes.
Por ejemplo, la palabra armonía significa “ser de un mismo sentir”. Pero nos resultará imposible ser de un mismo sentir con personas que no están rendidas a Cristo.
Por otro lado, los creyentes pueden no estar de acuerdo en todos los ámbitos, pero con la mente puesta en Cristo, podemos vivir en paz y armonía unos con otros.
El Espíritu Santo se encargará de hacer este desafiante trabajo dentro de nosotros, cuando lo busquemos. Solo entonces podremos hacer lo que Pedro dice a continuación: no devolver mal por mal, ni maldición por maldición. En lugar de eso, bendecir hablando bien del ofensor y haciéndole el bien.
Mientras servía como pastor y líder denominacional, enfrenté mucha oposición a lo largo de los años. Podría haber tomado represalias y haberme defendido, pero en las circunstancias más intensas Dios me dio la gracia de confiar en Él respecto al resultado. A menudo, el Señor me animó a permanecer en silencio y dejarlo obrar.
Si Dios me dio la gracia de ser humilde y amable con mi oposición, Él puede hacer lo mismo por usted aunque dentro de su ser quiera responder con insultos a quienes le insultan.
En segundo lugar, veamos 1 Pedro 3.8, 9 desde la perspectiva de la respuesta a los incrédulos.
Aunque no podemos tener unidad con los incrédulos, podemos tratarlos con la gracia que hemos recibido. Romanos 12.18 dice: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”.
La simpatía, la compasión, el amor, la bondad y la humildad son más eficaces para ganar a alguien para Cristo que la grosería, los insultos, la ira y la aspereza.
Debe recordar que usted es el representante de Cristo en la Tierra. ¿Cómo entenderán los incrédulos el perdón de Cristo si usted les guarda rencor? ¿Cómo pueden comprender la grandeza del amor de Cristo por los pecadores si usted no puede mostrarles amor?
No tema las burlas, los insultos o que le traten mal. Su testimonio se magnifica cuando está dispuesto a sufrir por Cristo. Considere estas dificultades como una oportunidad para dejar que Cristo brille a través de usted en un mundo oscuro y hostil.
Así que, ya sea que esté interactuando en la iglesia o en el mundo, deje que otros vean en su comportamiento, actitudes y palabras, una vida transformada por Cristo.
Estamos agradecidos por el recordatorio del Dr. Stanley sobre el amor de Cristo y el poder del Espíritu Santo para superar nuestros problemas con la paz de Dios. Oramos para que estas palabras le ayuden a vivir el resto del año 2024 como un pacificador.
Hasta la próxima, que Dios le bendiga.
Para la gloria de Dios,
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