Saltar al contenido principal

Del corazón del pastor

Las relaciones más difíciles suelen ser con los más cercanos a nosotros.

Charles F. Stanley

¿Se ha dado cuenta alguna vez de lo difícil que puede ser entender de verdad a otra persona?

La mayoría de nosotros hemos tenido la experiencia de sentirnos desconcertados con ciertas interacciones, incluso con personas cercanas a nosotros.

Recuerdo que una vez ayudé a dos personas en su esfuerzo por llevarse mejor. Cuando compartí con una de estas personas lo que la otra esperaba de ella, se sorprendió. ¡Pensaban que eso era lo que habían estado haciendo todo el tiempo!

Saber cómo amar a los demás pudiera ser un reto, pero es clave seguir haciéndolo.

Dios creó a los seres humanos como criaturas relacionales. Una carrera, las riquezas y el éxito pueden ser satisfactorios en algunos aspectos, pero no pueden sustituir relaciones profundas y satisfactorias.

En el Jardín del Edén, Adán y Eva tenían una comunión perfecta entre ellos hasta que dejaron entrar al pecado. Desde entonces, las interacciones humanas han estado plagadas de disfunciones, dolor y conflictos.

Las relaciones más difíciles suelen ser con los más cercanos a nosotros: nuestras familias o aquellos que son muy significativos para nosotros a nivel personal.

Nuestra intimidad con Dios puede capacitarnos para amar bien a los demás, pero las buenas relaciones no se producen de forma automática. Se necesita tiempo y esfuerzo para cultivarlas.

A veces estamos tan ocupados y distraídos con nuestras responsabilidades que no nos detenemos a evaluar qué tan bien nos estamos relacionando con los miembros de nuestra familia. De hecho, si no somos conscientes de ello, podemos volvernos insensibles a la forma poco cristiana en que los tratamos.

Puede que ni siquiera veamos el problema hasta que nos enfrentamos a una crisis importante, como el divorcio o el alejamiento de nuestros hijos o padres.

Así que, tomémonos un tiempo ahora mismo para considerar la calidad de nuestras relaciones familiares.

Cuando el Señor Jesús predicó el Sermón del monte, dio un principio que debería guiar todas nuestras interacciones: “Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Lc 6.31).

La mayoría de nosotros estamos familiarizados con este dicho porque se conoce como la regla de oro, pero conocerla no es lo mismo que practicarla. Este mandato vino de primera mano del Señor Jesús, y como sus seguidores estamos obligados a obedecerlo.

Le invito a que piense en este principio y escriba una lista de las maneras en que le gustaría que los demás le trataran a usted.

Luego pregúntese si es así como se está comportando usted con los demás, y en particular con los miembros de su familia. Por ejemplo, si quiere que le traten con respeto, ¿hace usted lo mismo con su cónyuge, sus hermanos o sus padres?

Mientras elabora su lista, reflexione en cuanto a cómo nos dice Dios que actuemos.

En primer lugar, el Señor quiere que demostremos amor para con los demás.

Todos los mandamientos de la Biblia sobre las relaciones humanas se resumen en esta frase: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Ro 13.9).

El amor es más que una emoción; es una acción desinteresada y centrada en los demás. El motivo es hacer lo mejor para los demás. Y lo mejor no siempre será lo que ellos creen que quieren.

Pero a medida que practiquemos este comportamiento, mejoraremos en el reconocimiento de las necesidades y expectativas tácitas de los que amamos.

En segundo lugar, Dios nos dice que tratemos al prójimo con amabilidad.

“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia” (Col 3.12).

¿No le gustaría que los demás le trataran de esta forma en lugar de con dureza?

Entonces es así como usted debe tratarlos. Piense en la armonía y la paz que estas cualidades generarían en su hogar o en sus relaciones. Los niños que crecen en un entorno amable tienen más probabilidades de continuar esta práctica en sus propios hogares en el futuro.

En tercer lugar, debemos perdonarnos los unos a los otros como Dios nos perdonó a nosotros.

Debemos responder “Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Col 3.13).

Como los miembros de una familia suelen vivir en un nivel de proximidad muy estrecho, las ofensas son inevitables. Pero nunca debemos vivir al borde de la ira ni guardar rencor, porque eso es un veneno que afecta a todos los miembros de la familia.

Cuando ofendemos a otros, queremos que nos perdonen, y eso es lo que también debemos hacer nosotros cuando somos ofendidos, perdonar.

Puede que piense que tratar a los demás así es imposible, y en sus propias fuerzas, lo es. Pero los creyentes tenemos el poder del Espíritu Santo para relacionarnos con los demás como Dios desea que lo hagamos.

Recuerde que la Regla de Oro no siempre es recíproca. El contexto de Lucas 6.31 se refiere a la respuesta al maltrato. Tratar a alguien según este principio no significa que ellos harán lo mismo con usted. El objetivo es asegurarse de que usted reaccione como Dios quiere, sin importar las circunstancias.

Incluso si su amabilidad no es correspondida al principio, su respuesta amable podría bendecir a la otra persona.

En varias ocasiones, cuando mostré amabilidad a quienes me maltrataron, vi una mirada de asombro en sus rostros porque no era lo que esperaban. Usted puede dejar huella en la vida de alguien si vive este principio.

Su amabilidad con los demás, y con mayor razón con los miembros de su familia, tiene un gran valor. Y a medida que deje de enfocarse en sí mismo, descubrirá que los entiende mejor. Sus relaciones mejorarán sobremanera, lo cual complace y honra a Dios.

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Es un consuelo saber que el Señor puede restaurar relaciones y corazones rotos. Aquí en Ministerios En Contacto nos gustaría ayudarle a buscar la sanidad para su familia. Si usted está luchando en esta área, por favor, visite encontacto.org para pedir oración y otros materiales.