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Del corazón del pastor

Descubra los beneficios de un corazón agradecido.

Sentir gratitud hacia el Señor es un aspecto importante de ser cristiano; de hecho, es probable que le resulte natural. Por medio de la fe tenemos acceso a los dones maravillosos de Dios, desde la salvación hasta las sencillas bondades que Él nos muestra cada día. Como hijos suyos, es casi imposible no sentirse agradecidos. 

Y fiel a su naturaleza dadivosa, Dios nos bendice cuando lo bendecimos. 

En el siguiente pasaje, el Dr. Stanley comparte algunos de los maravillosos beneficios que recibimos cuando elevamos nuestros corazones a Dios en gratitud. 


¿Alguna vez se ha encontrado con un amigo muy querido al que no veía desde hacía tiempo y al interactuar sintieron como si jamás hubiese pasado el tiempo? De alguna manera, se sintió tan cerca de él como nunca lo había estado, y ambos querían ponerse al día en cuanto a todo lo que se habían perdido. Algo parecido ocurre cuando empezamos a alabar y dar gracias a Dios. El tiempo dedicado a la adoración agradecida, refresca y renueva nuestra comunión con Él y nos trae alegría.

Como dice el salmista: “Bueno es alabarte, oh Jehová, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo” (Sal 92.1). 

La verdad es que todo esfuerzo por llegar a Dios enriquece nuestra relación con Él. Aunque las bendiciones de Dios no deberían ser nuestra motivación para ser agradecidos, cada regalo dado, y cada acción realizada en su nombre, vuelve a nosotros como una bendición. 

Hay varias maneras en las que nos beneficiamos cuando expresamos nuestro agradecimiento a Dios: 

Reajustamos nuestro enfoque.

Alabar y dar gracias al Señor nos recuerda que nuestra atención debe centrarse en Él, no en nosotros mismos. Las exigencias y el estrés del mundo nos apartarán de nuestra prioridad si no tenemos cuidado.

El salmista Asaf lo entendió bien. Estaba preocupado por muchas cosas hasta que entró en el santuario de Dios (Sal 73.17). Entonces recordó que “la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre” (Sal 73.26). La acción de gracias devuelve a Dios al lugar que le corresponde en el centro de nuestras vidas. 

Nos recuerda nuestra necesidad de Él.

Dar gracias a Dios nos recuerda nuestra absoluta dependencia de Él. Podemos pensar que tenemos el control, y nuestras acciones pueden hacernos parecer independientes. Pero, en realidad, dependemos de Él en cada respiración y latido de nuestro corazón.

Como escribió Santiago: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Stg 1.17). Cuando damos gracias a Dios por cualquiera de sus dones, recordamos que Él es la fuente de todo lo que tenemos, incluso la vida misma. 

Nuestra fe se fortalece.

Expresar nuestro sincero agradecimiento a Dios refuerza nuestra fe cuando recordamos las maneras concretas en las que Él ha respondido nuestras oraciones, ha provisto para nuestras necesidades y nos ha protegido.

Considerar las muchas maneras en las que Él ya ha obrado en nuestras vidas fortalece nuestra fe y nuestra confianza en Él para el futuro. Este fue con frecuencia el caso de Israel. De una generación a otra, los líderes invitaban al pueblo a recordar y dar gracias. “Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros”, dijo el rey Josafat al pueblo de Judá en medio de la guerra. “Glorificad a Jehová, porque su misericordia es para siempre” (2 Cr 20.20, 21). Cuando damos gracias a Dios y lo alabamos, es asombroso cómo crece nuestra fe. 

Nos liberamos de nuestras ansiedades.

Agradecer a Dios alivia cualquier preocupación que haya perturbado nuestro pensamiento, nublado nuestras emociones e incluso que haya traído tensión a nuestro cuerpo físico. No siempre nos damos cuenta del enorme efecto que tiene el estrés en todos los aspectos de nuestro ser. Alabar al Padre por todo lo que Él es y hace nos alivia de las presiones de la vida y nos proporciona la paz que tanto necesitamos. 

El salmista reconoció nuestra necesidad de un refugio de vez en cuando. La liberación que experimentamos cuando “derramamos” ante Dios las cargas de nuestro corazón (Sal 62.8) contribuye en gran medida a nuestra salud física, mental y espiritual.

No somos los únicos que nos beneficiamos.

Quienes nos ven y escuchan dar gracias a Dios también son bendecidos. Cuando alguien le oye a usted alabar a Dios, escucha lo que Él ha estado haciendo en la vida suya. Eso les recuerda que nuestro Padre celestial también es la fuente de las cosas buenas de la vida. Pero quizás lo más importante es que ser agradecidos le agrada a Dios. 

Nuestra gratitud nos bendice y Él es magnificado y glorificado por medio de ella. Así que unamos nuestras voces a la del salmista y digamos: “En Dios nos gloriaremos todo el tiempo, y para siempre alabaremos tu nombre” (Sal 44.8). 


Estas palabras del Dr. Stanley nos han bendecido y esperamos que a usted también, en particular en este mes de Acción de Gracias. Al celebrar y agradecer al Señor, es nuestra oración que alabarlo sea un placer para usted, y le haga sentirse lleno de esperanza y humildad. De parte de todos los que trabajamos en Ministerios En Contacto, ¡Feliz Día de Acción de Gracias y que Dios le bendiga!

Que a Dios sea la gloria, 

Sus amigos de Ministerios En Contacto