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Del corazón del pastor

La voluntad de Dios es que crezcamos en nuestra comprensión de las Sagradas Escrituras.

Siempre me ha gustado leer la Biblia, pero solía incomodarme cuando leía un corto mandamiento sin ninguna instrucción sobre cómo ponerlo en práctica. 

¿Por qué Dios no escribió su Palabra como un sermón con puntos a seguir?

Más tarde se me ocurrió una razón: si lo hubiera hecho, podríamos tan solo seguir los pasos, cerrar nuestras Biblias y seguir adelante con nuestra vida. De hecho, es posible que solo leyéramos la Biblia cuando necesitáramos una respuesta a un problema.

El Señor nos dio su Palabra en primer lugar para que pudiéramos conocerlo a Él, su naturaleza, obras, caminos y pensamientos.

Las respuestas a nuestras preguntas se encuentran en la Biblia, pero están esparcidas a lo largo de las Sagradas Escrituras. Tenemos que buscarlas, y en el proceso, descubrimos al sorprendente Dios que nos salvó. En la Biblia hay atisbos de su identidad en lugares bastante inesperados. Por eso debemos leer toda la Biblia con regularidad, en lugar de utilizarla como un simple libro de referencia.

¿Qué hace usted cuando se encuentra con un mandamiento corto sin más explicaciones?

¿Se lo salta, diciendo: “Bueno, no tengo ni idea de cómo hacer lo que dice, así que pasaré a algo que sí entienda”?

La totalidad de Dios está más allá de nuestra comprensión; Él no nos ha revelado todo, pero mucho de lo que quiere que sepamos está revelado en su Palabra. Como escribió el salmista: “La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los simples” (Sal 119.130).

La voluntad de Dios es que crezcamos en nuestra comprensión de las Sagradas Escrituras. Y eso incluye sus mandatos. Por ejemplo, 1 Tesalonicenses 5.18 dice: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”.

Así que ahora sabemos justo lo que Dios quiere que hagamos. Pero, ¿cómo se supone que lo hagamos? Es fácil dar gracias por las cosas buenas, pero ¿qué pasa con el sufrimiento, la pérdida y los problemas?

¿Cómo se puede esperar que demos gracias a Dios en esas situaciones? 

Antes de descartar este mandamiento como imposible de cumplir, considere al apóstol Pablo. Su vida estuvo llena de dificultades. En repetidas ocasiones fue rechazado, calumniado, azotado, golpeado, perdido en naufragios y encarcelado (2 Co 11.23-27), y sin embargo escribió que los creyentes debían ser agradecidos en todo.

¿Cómo pudo dar gracias a Dios en medio de todo esto? Pablo amaba a Cristo y tenía pasión inquebrantable por conocerlo a plenitud. En cada situación, Pablo podía regocijarse en el Señor porque su mente estaba modelada por las Sagradas Escrituras. Y Pablo también conocía las llaves que abren la puerta a la gratitud. ¿Le gustaría a usted conocerlas también?

La primera es que, como creyente en Cristo, usted está en las manos de Dios.

Al describir a su pueblo como ovejas, el Señor Jesús dijo a los discípulos: “Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Jn 10.29).

Además, Aquel que los tiene es omnipotente: “Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos” (Sal 103.19). No hay nadie más grande que su Protector.

La segunda es la seguridad de que Dios obra todo para nuestro bien.

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Ro 8.28). Cualquier cosa que nos suceda, Dios la utilizará para lograr su propósito en nuestras vidas.

A menudo, Él da bendiciones, placeres y abundancia, y reconocemos que todo ello viene del Señor. Pero Él también permite las dificultades y el sufrimiento. Pero incluso de estas cosas Él traerá efectos positivos, con frecuencia a través de nuestro crecimiento y aprendizaje espiritual.

Dios también es capaz de tomar nuestros fracasos y transformarlos para nuestro bien. Cuando desobedecemos y pecamos contra Él, su disciplina viene sobre nosotros con consecuencias dolorosas para llevarnos al arrepentimiento.

Recuerdo las palabras que mi madre decía cada vez que tenía que disciplinarme: “Lo hago por tu bien”. Y eso es con exactitud lo que nuestro Padre celestial hace por nosotros. Él nunca instiga el pecado en nuestras vidas (Stg 1.13), pero si tropezamos con una tentación, Él puede utilizarla para enseñarnos y hacernos más humildes.

Y la tercera es esta: la comprensión del propósito específico de Dios.

Es más fácil dar gracias cuando conocemos el propósito al que hemos sido “llamados” (Ro 8.28). Ese propósito se encuentra en el siguiente versículo: “para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Ro 8.29).

Dios está trabajando por medio de sus circunstancias para hacerle semejante a Cristo. Es un proceso que comienza en la salvación y se completará en la resurrección, cuando el Señor “transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (Fil 3.21).

En la eternidad veremos cómo Dios ha obrado todo para nuestro bien. Todo el dolor y las dificultades desaparecerán, y experimentaremos la plenitud del gozo y los placeres para siempre en la presencia de nuestro Salvador (Sal 16.11).

Cuando su mente se concentre en la soberanía de Dios sobre toda su vida, podrá agradecerle en cada situación, sea agradable o difícil. Creer en estas tres verdades hará que su confianza sea inquebrantable, le traerá gran consuelo, le alejará de la amargura y le enseñará el contentamiento.

¿Qué mejores razones podrían haber para agradecer al Señor por todo en todo momento?

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Todos en Ministerios En Contacto queremos desearle un feliz Día de Acción de Gracias cuando celebra la bondad de Dios y sus muchas bendiciones. Ruego que no se olvide de dar gracias en todo, sabiendo que esa es la voluntad de Dios. Que el Señor le bendiga.