Saltar al contenido principal

Del corazón del pastor

Todos los creyentes deberíamos anhelar la verdad bíblica lo suficiente como para buscarla y defenderla.

Charles F. Stanley

En el Nuevo Testamento se hace referencia a los cristianos con muchos teírminos diferentes: creyentes, disciípulos, santos, piedras vivas, herederos; pero quizás uno de los más inusuales sea el de soldados. A menudo deseamos asociarnos con el amor en lugar de la guerra, pero ignorar que estamos en una batalla espiritual nos deja vulnerables al pecado y a la falsa doctrina.

Cuando se trata de ser soldados de Cristo, el anhelo por permanecer en los caminos de Dios nos mantiene en la lucha. El Señor Jesucristo se refirió a este profundo deseo en el Sermón del monte, cuando dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mt 5.6). Un anhelo por lo que es biíblicamente bueno y verdadero significa que renunciaremos a algunos “alimentos” habituales, pero Dios mismo nos llenará de algo mucho mejor.

Quizás no se sienta como un soldado ferviente. Timoteo era un joven pastor en Eífeso que sentiía lo mismo. El apóstol Pablo le aseguró que Dios no le habiía dado un espiíritu de timidez sino de poder, amor y disciplina; y lo mismo se aplica a cada creyente (2 Ti 1.7). Estamos llamados a seguir los pasos de Pablo, a ser apasionados en nuestra buísqueda de la santidad (1 Co 9.25). Esto es lo que se requiere de nosotros como soldados de Cristo.

En primer lugar, los buenos soldados anhelan la verdad. “Reteín la forma de las sanas palabras que de mií oiíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesuís” (2 Ti 1.13). Cada vez que la Biblia menciona “la fe”, no está hablando de la fe personal, sino de la doctrina cristiana. Todos los creyentes debemos anhelar la verdad biíblica lo suficiente como para buscarla y defenderla.

Esto es necesario no solo para la protección espiritual de cada persona sino tambieín para la Iglesia. Lo que Pablo le escribió a Timoteo se aplica a todos nosotros: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de queí avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Ti 2.15). Manejar las Sagradas Escrituras con precisión requiere un estudio laborioso para interpretarlas bien. Si nuestra hambre por la verdad no es lo suficientemente fuerte, o disminuye al escuchar las falsas doctrinas que nos rodean, trataremos de apoyar nuestras propias ideas usando las Sagradas Escrituras en lugar de someternos a lo que la Palabra realmente dice.

Una manera de hacerlo es sacando un versiículo de su contexto para validar lo que queremos creer o cómo queremos vivir. Por ejemplo, las personas a menudo usan Mateo 7.1 para proteger de las criíticas el estilo de vida que han elegido al afirmar que la Biblia dice: “No juzgueíis”.

Sin embargo, el contexto habla de no juzgar hipócritamente cuando nosotros mismos estamos cegados por nuestros propios pecados (Mt 7.1-5). No se descarta todo tipo de juicio, ya que unos pocos versiículos más tarde el Señor Jesucristo dijo que debiíamos evaluar el fruto en la vida de otros para reconocer a los falsos maestros (Mt 7.15-20).

La razón por la cual muchas personas están dispuestas a aceptar una enseñanza errónea es porque no están satisfechas con el Señor y no creen que la Biblia sea suficiente para sus vidas. En lugar de buscar la justicia por su propio bien y para la gloria de Dios, creen que un camino no biíblico los llevará a una vida mejor. Pero al hacerlo, se pierden de la verdad, la paz y la alegriía que solo se encuentran en Cristo.

En segundo lugar, el hambre de justicia de un soldado lo motiva a superar las dificultades. Pablo escribió: “Tuí, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” (2 Ti 2.3,4). Ceder a la tentación de saciar nuestra sed en el mundo significa perder la victoria. Debemos estar dispuestos a soportar las pruebas de la vida, sabiendo que nuestra perseverancia le agrada a Dios y nos trae bendición (Mt 5.6).

Pablo comparó a las personas con utensilios domeísticos, unos preciosos y otros comunes (2 Ti 2.20-22). Como creyentes, nuestro objetivo es ser vasijas de oro o plata. Para hacer esto, debemos resistir el hambre por las cosas equivocadas: abstenernos de la maldad, huir de la lujuria y perseguir la justicia, la fe, el amor y la paz con otros creyentes.

En tercer lugar, los soldados de Cristo anhelan que otros encuentren tambieín el fruto apacible de la rectitud. Pablo le dijo a Timoteo: “Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad” (2 Ti 2.24, 25). Cuando comenzamos a atacarnos unos a otros, en lugar de atacar a las herejiías y falsas enseñanzas, la lucha ya no es buena. Si usamos nuestras lenguas como armas de destrucción en lugar de instrumentos de edificación, la división y el chisme echarán raiíces y destruirá nuestra iglesia (Ef 4.29). Pero cuando combinamos el amor con la verdad, el Cuerpo de Cristo se fortalece (Hch 14.22).

Cuando usted se convirtió en cristiano, se alistó automáticamente en el ejeírcito de Cristo. Pero tenga valor, porque por su gracia Eíl ha provisto todo lo que usted necesita para pelear la buena batalla, y promete satisfacer a todos los que anhelan justicia.

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.S. Este mes celebramos el Diía de las Madres. Aunque no solemos pensar en las madres como guerreras, una madre cristiana es la primera liínea de defensa para sus hijos. La fe sincera de la madre y la abuela de Timoteo fue una fuerte influencia en la vida de eíl (2 Ti 1.5), y oro para que todos los creyentes sean bendecidos con una influencia similar de un ser querido consagrado y sabio.