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Del corazón del pastor

La muerte no pudo detener al único Salvador y, por su gracia, tampoco nos detendrá a nosotros.

El último día de este mes celebraremos la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, un acontecimiento maravilloso que cambió el mundo y que es tan importante hoy como lo fue hace 2.000 años. 

A medida que se acerca el día, esperamos que reflexione sobre todo lo que este día significa para usted como alguien que pertenece al Salvador. Hemos seleccionado estos pensamientos del Dr. Stanley para ayudarle a empezar, y oramos para que sea lleno de una confianza renovada en el profundo amor de Dios por usted.


Todo el mundo toma decisiones en la vida: cómo vivir y en qué creer. Hay numerosas religiones entre las que elegir, cada una con sus propios libros sagrados y enseñanzas. Sin embargo, los seguidores de Jesucristo son diferentes de los demás en un aspecto crucial: seguimos al único Salvador resucitado que ha existido.

Jesucristo no es un dios muerto, sino nuestro Señor vivo.

En Mateo 28, dos mujeres afligidas fueron a la tumba del Señor para preparar su cuerpo para el entierro. Un ángel se les apareció con la noticia de que Cristo había resucitado de entre los muertos. En el versículo 8 leemos: “Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos”.

Corrieron con gran alegría. ¿Por qué alegría? Porque los acontecimientos de los días anteriores habían dejado a los seguidores del Señor desanimados y desilusionados. Pensaban que el Señor Jesús era el Mesías, pero lo vieron morir. Todo lo que habían esperado se había ido al traste. Pero ahora, Él estaba vivo, y ellos tenían una fe renovada y la seguridad de que Jesús era Dios, tal como Él siempre lo había dicho.

Porque Él resucitó de entre los muertos, nosotros también tenemos seguridad. 

Esa es la diferencia entre los que creen en el evangelio de Jesucristo y los que se dedican a otros ideales y perspectivas. 

Podemos tener una fe inquebrantable para esta vida y la eternidad debido a las garantías dadas en la resurrección de Jesucristo:

En primer lugar, la resurrección de Cristo nos asegura que servimos a un Dios vivo. 

Si el Señor Jesús no hubiera resucitado de entre los muertos, no tendríamos más seguridad de esto que todas las demás religiones del mundo. Pero cuando resucitó, Cristo validó todo lo que enseñó. 

En segundo lugar, la resurrección de Cristo nos asegura la salvación eterna. 

La mayoría de las religiones del mundo tienen un plan de salvación, pero dependen de la conducta de cada persona. Con nuestro Dios, la salvación no es el resultado de nuestras obras, sino un regalo del Padre. El amor incondicional de Dios evidenciado en el sacrificio de su propio Hijo, Jesucristo, es lo que hace posible nuestro lugar en el cielo.

En tercer lugar, la resurrección de Cristo nos asegura la vida más allá de la tumba. 

Las dos mujeres corrieron de alegría porque se dieron cuenta de que la vida era mucho más de lo que habían visto o imaginado. El futuro nos depara más que cualquier consuelo o placer temporal que podamos experimentar. Podemos creer con confianza que hay vida eterna porque el Señor Jesucristo nos preparó el camino.

En cuarto lugar, la resurrección de Cristo nos asegura que nosotros también resucitaremos.

Pablo describe la muerte del creyente como estar “ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (2 Co 5.8). Y cuando Cristo regrese, nuestros cuerpos, y los cuerpos de todos los que murieron en Cristo, recibirán la vida de la resurrección, cuando el cuerpo y el alma se reúnan en un cuerpo glorificado.

En quinto lugar, podemos estar seguros de que conoceremos a nuestros seres queridos creyentes que han fallecido antes que nosotros. 

En la transfiguración (Mateo 17), el Señor Jesús lleva a Pedro, Santiago y Juan a la montaña, donde se encuentran con Moisés y Elías. ¿Cómo supieron los discípulos quiénes eran? Amigo mío, es porque nos vamos a reconocer en el cielo. “Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido” (1 Co 13.12).

En sexto lugar, la resurrección de Jesucristo nos asegura que podemos afrontar triunfantes todos nuestros mañanas. 

El Señor Jesús les dijo a María y a Marta: “el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Jn 11.25). Aunque ninguno de nosotros conoce el futuro, tenemos la bendita promesa del consuelo y la fortaleza de Dios para afrontarlo. Porque Cristo resucitó de entre los muertos y el Espíritu Santo vive en nuestro interior, estamos preparados para afrontar cualquier reto.

Nuestra esperanza reside en la resurrección de Jesucristo. 

Aquí es donde encontramos nuestra seguridad, en el poder de Aquel que vive dentro de mí y de usted. Dios le ha designado como trofeo de la obra expiatoria de Jesucristo. Regocíjese en esta esperanza y viva con gratitud, sabiendo que su eternidad con Èl ya ha comenzado.


Esperamos que hoy se haya animado. El Dr. Stanley explicó que incluso el mayor temor humano, la pérdida de la vida, ha sido eliminado para nosotros por Jesucristo.

La muerte no pudo detenerlo. Y por su gracia, tampoco nos detendrá a nosotros. En la mañana de  Resurrección, oramos para que despierte con la plena certeza de todo lo que Cristo ganó para usted, y que sea lleno de la paz del Espíritu Santo.

Hasta la próxima, que Dios le bendiga.

Para la gloria de Dios,

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