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Del corazón del pastor

El consuelo de Dios espera a todo aquel que se aparta del pecado y viene a Cristo para salvación.

Charles F. Stanley

Debido a nuestra condición pecaminosa y a nuestras limitaciones humanas, a menudo vemos a Dios de manera parcial o distorsionada. Por ejemplo, algunos lo ven como un juez duro que condena, mientras que otros piensan que es más un abuelo cariñoso que ignora amorosamente nuestros pecados. Ninguno de los dos puntos de vista es del todo certero, porque ninguno refleja toda la verdad de la Biblia.

La condena del Señor a los pecadores y su amor por la humanidad son esenciales para su naturaleza y no se contradicen. Odia el pecado y al mismo tiempo ama a las personas que creó. Dios se reveló a Moisés como fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad (Ex 34.6). Sin embargo, también agregó que “de ningún modo tendrá por inocente al malvado” (v. 7).

El Señor se preocupa por nosotros lo suficiente como para revelarse a sí mismo en su Palabra, enviar a su Hijo para pagar la pena por nuestros pecados, ofreciéndonos el perdón por medio de la fe y hacer de todos los que confían en Cristo sus hijos amados. El Señor Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt 11.28). El consuelo de Dios espera a todo aquel que se aparta del pecado y viene a Cristo para salvación.

El diccionario de la RAE define consuelo como el alivio que siente una persona de una pena, dolor o disgusto; pero el significado de esta palabra en el Nuevo Testamento es mucho más amplio. La palabra griega para consolar significa acercarse para dar ánimo, ayuda, alivio o exhortación. Y justo eso es lo que Dios hace por quienes le pertenecen.

En primer lugar, el Señor nos consuela como un Padre amoroso. Aunque, de cierta forma, Dios es bueno con todas las personas (Mt 5.45), quienes están en Cristo han entrado en una relación especial con Él como sus hijos e hijas (Ga 3.26). Cuando el apóstol Pablo estaba pasando por una severa aflicción, escribió: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones” (2 Co 1.3, 4).

Esto no fue un asunto pequeño para Pablo. El apóstol experimentó una presión aplastante y en cierto momento estuvo tan abrumado más allá de sus fuerzas que pensó que moriría (v. 8). Sin embargo, en medio de su desesperación, fue consolado por su Padre celestial, y Dios hará lo mismo por nosotros. No importa cuán mala, estresante o dolorosa sea nuestra situación, tenemos un Padre celestial que nos entiende y se preocupa. Él se acerca para caminar con nosotros y ayudarnos a superar el problema. Nadie más puede consolarnos como el Señor, porque solo Él nos conoce perfectamente.

En segundo lugar, Dios nos consuela con su Espíritu. Jesucristo envió al Espíritu Santo a morar dentro de cada creyente. En Juan 14.16 se usa, acertadamente, una palabra griega que puede traducirse como Consolador o Ayudador. Aunque podemos experimentar temporadas de soledad, en realidad, nunca estamos solos. El Espíritu Santo siempre está con nosotros, recordándonos la verdad para que podamos ver nuestros problemas desde una perspectiva celestial. Él restaura nuestra esperanza cuando estamos cerca de la desesperación, nos anima a soportar las dificultades cuando queremos rendirnos y nos da la fuerza que necesitamos para seguir adelante. Incluso en la muerte de un ser querido, el Consolador nos hace estar conscientes de la gracia y de la compasión de Dios.

En tercer lugar, el Señor nos consuela con su Palabra. El salmista escribió: “Ella es mi consuelo en mi aflicción, porque tu dicho me ha vivificado” (Sal 119. 50). Cuando nuestros sentimientos nos abruman y nuestra fe comienza a tambalearse, podemos apoyarnos en los hechos de las Sagradas Escrituras como nuestro fundamento seguro. Esto es importante sobre todo si estamos pasando por un sufrimiento, una gran necesidad o dificultades aparentemente insuperables.

Por eso es tan importante leer y meditar con regularidad en la Palabra de Dios. Si no sabemos lo que dice la Biblia, esta no podrá darnos la orientación y el consuelo que necesitamos en tiempos de dificultad. Pero cuando nos familiarizamos con la Biblia, el Espíritu Santo puede recordar un versículo o pasaje que nos sostenga y nos aliente con la verdad de Dios en medio de nuestra angustia.

En cuarto lugar, Dios nos consuela en todas nuestras tribulaciones, no solo en algunas de ellas (2 Co 1.4). Incluso si nuestro problema es consecuencia de nuestras propias decisiones pecaminosas, el Señor viene en nuestra ayuda porque su consuelo incluye la amonestación. No debemos olvidar su exhortación dirigida a nosotros como sus hijos en Hebreos 12.5: “Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él”. La única forma de encontrar alivio de la agitación en el alma causada por el pecado es regresar a nuestro Padre celestial en arrepentimiento y recibir restauración.

¿Dónde busca usted consuelo? Quienes no tienen a Cristo buscan las promesas y los placeres de esta vida, pero estas cosas solo pueden brindar un alivio temporal. Como creyentes, nuestra primera respuesta debería ser venir a nuestro Padre celestial en oración, echando toda nuestra ansiedad sobre Él porque Él se preocupa por nosotros (1 P 5.7). Él es el único que puede brindarnos consuelo y esperanza eternos, incluso si nuestras situaciones desafiantes no cambian.

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Si está pasando por un momento difícil, le invito a contactarnos para pedir oración. Es un privilegio, como cristianos, compartir el estímulo mutuo de la Palabra de Dios y rogar los unos por los otros (Ef 6.18). Que el Señor le bendiga hoy con su consuelo.