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Del corazón del pastor

Esperar con gracia es importante en todos los ámbitos de la vida.

Cuando era joven, la vida era más lenta. La gente esperaba las noticias hasta verlas en la prensa. Hoy en día, la gente puede enterarse durante las 24 horas del día de lo que ocurra; a veces incluso los acontecimientos se comunican en el momento en el que se producen. Desde muchos puntos de vista, nos hemos convertido en una sociedad que valora la velocidad. 

Admito que hay algunas ventajas en tener todo rápido, pero estas expectativas también pueden robarnos el fruto del Espíritu de la paciencia, que es beneficiosa en cada área de la vida cristiana.

¿Cree que está siendo influenciado de manera negativa por la mentalidad de la sociedad que le rodea? 

A veces adoptamos valores del mundo sin darnos cuenta. ¿Se ha colado la impaciencia en su vida? La paciencia podría definirse como la capacidad de sobrellevar las dificultades, el estrés o las molestias con serenidad, sin quejarse. En la Biblia se traduce a veces como “longanimidad”, y también transmite la idea de ser calmado. 

¿Está dispuesto a perseverar en medio de las pruebas o retrasos con una actitud amable? ¿Puede pasar por alto un mal en lugar de reaccionar con ira?

La paciencia divina no es algo natural. 

Es un don del Señor que se nos otorga como fruto de su Espíritu (Ga 5.22, 23). Pero debemos cooperar mientras Dios lo desarrolla en nosotros. Dado que el Señor es omnisciente, Él conoce las circunstancias precisas que nos ayudarán a cada uno en esta área.

Pero a menudo pensamos que nos va bien y no necesitamos desarrollar más paciencia. Aunque es una virtud que deberíamos desear, muchos cristianos evitan orar por ella porque no quieren que su paciencia sea probada.

La razón por la que la paciencia es tan importante es porque es una característica de Dios, y como seguidores de Cristo, debemos ser imitadores de Él (Ef 5.1). 

Aunque queremos que el Señor nos trate con paciencia, muchas veces no tratamos a los demás de esta manera. Piense en lo paciente que ha sido Dios con usted. Él no reacciona con ira cuando no crecemos de inmediato en nuestra vida espiritual. Tampoco nos castiga cada vez que pecamos. Él es consciente de la debilidad de nuestra humanidad (Sal 103.14).

Esperar con gracia es importante en todos los ámbitos de la vida, pero le invito a centrarse en tres casos.

En primer lugar, necesitamos paciencia para relacionarnos con otros. 

Santiago nos recuerda que “todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse” (Stg 1.19). Las relaciones se dañan con facilidad por palabras precipitadas. Y una vez que se han dicho esas palabras, no se pueden retirar; el daño no se puede deshacer. Por eso tenemos que evitar atacar con ira y dejar de racionalizar nuestra impaciencia para justificarnos.

La impaciencia revela falta de amor. Pablo describe el amor cristiano como algo paciente, amable, que no se deja irritar con facilidad y que está dispuesto a pasar por alto un mal (1 Co 13.4, 5). ¿Podría decirse eso de usted?

La segunda área en la que necesitamos paciencia es en nuestras pruebas.

“Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos” (He 12.7). No importa cuál sea la causa de la aflicción, nuestro amoroso Padre celestial la está usando para entrenarnos a participar en su santidad (He 12.10). Pero si nos impacientamos y resistimos la mano de Dios, no nos beneficiaremos.

¿Está cansado de esperar a que el Señor sane su cuerpo, elimine una carga o cambie una situación dolorosa o estresante? Él permite que estas cosas no le dañen, sino que le hagan madurar. Pablo experimentó muchas aflicciones durante su ministerio, pero las consideraba momentáneas y ligeras en comparación con el eterno peso de gloria que le producían (2 Co 4.17). Esa es la clase de actitud que le ayudará a resistir con paciencia cualquier cosa que Dios le haya dado para soportar.

Luego, necesitamos paciencia con Dios.

Ahora bien, esto puede parecerle sorprendente, pero si alguna vez ha esperado que el Señor responda a una petición de oración, sabe de qué estoy hablando. Tal vez esté buscando con anhelo la dirección de Dios, pero Él pareciera estar callado. O tal vez esté reclamando una promesa de la Biblia, pero nada ha cambiado. El problema no es la fidelidad de Dios a sus promesas. Él siempre llega a tiempo. Es nuestro tiempo el que no se corresponde. 

Uno de los signos de impaciencia hacia Dios es una actitud de queja. Eso es lo que les ocurrió a los israelitas en el desierto. Se impacientaron durante el viaje, se quejaron de su situación y acusaron a Dios de haber actuado mal (Nm 21.4, 5). Cuando pensamos que sabemos más que el Señor, hacemos lo mismo. La respuesta correcta se encuentra en el Salmo 37.7: “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él”. 

La paciencia comienza en la mente.

Si lo duda, considere qué tipo de pensamientos le impacientan. Por el contrario, ¿en cuáles verdades acerca de Dios podría profundizar para ser más paciente y confiar más en Él? Dado que todo lo que experimenta pasa por las manos amorosas de Dios, puede dejar de preocuparse, descansar en la sabiduría divina y confiar en Él para esperar con gracia. Entonces vea como hace su buena obra en usted.

¿Está listo para confiar en Él en medio de todos los retrasos en su vida? Mi esperanza es que diga que sí.

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Crecer en Cristo es un maratón, no una carrera. Uno de nuestros muchos recursos, el Devocional En Contacto, está diseñado para ayudarle a buscar en oración a nuestro maravilloso Señor Jesucristo cada día. Esperamos que nos acompañe. Nos honraría acompañarle por muchos años con amor y sabiduría.