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Del corazón del pastor

Permita que la Palabra de Dios moldee su manera de pensar, actitudes, emociones, palabras y acciones.

Charles F. Stanley

Tengo un hermoso arce japonés en mi patio delantero que brinda hogar a los pájaros en la primavera, una sombra refrescante en el verano y un hermoso follaje en el otoño. Es una impresionante creación de Dios. También es un maravilloso ejemplo de lo que Él desea hacer en la vida de los cristianos. Quiere que estemos arraigados en Él con firmeza, que demostremos al mundo la belleza de una vida transformada por Cristo, y que seamos fructíferos en nuestro carácter y en toda buena obra que Él espera que hagamos (Ef 2.10). En otras palabras, la meta de Dios es que tengamos éxito en nuestro andar de fe.

Pero a veces estamos tan ocupados persiguiendo nuestro propio progreso personal que no nos damos cuenta de que pudiéramos estar subiendo la escalera del éxito del mundo en lugar de la de Dios. La escalera de Dios tiene diferentes peldaños o principios que nos llevan paso a paso a la eternidad. Por supuesto, no estoy diciendo que sea malo tener riquezas materiales o prominencia. Hay muchos ejemplos bíblicos de siervos de Dios prósperos e influyentes: Abraham, José, David, Salomón y Daniel son solo algunos de ellos. Pero la escalera de Dios debe ser lo primero.

Es difícil para nosotros evaluar con precisión el éxito espiritual porque la evidencia terrenal es más fácil de ver. Desde la perspectiva humana, el Señor Jesús podría haber parecido un fracasado. No hizo desaparecer la pobreza, la esclavitud ni la injusticia. Dejó este mundo con solo un puñado de seguidores y muchos enemigos. Pero a los ojos de su Padre, el ministerio del Señor Jesús fue un éxito total porque obedeció a plenitud la voluntad de su Padre, incluso hasta el punto de morir en la cruz por los pecadores. Su exaltación no llegó hasta que regresó al cielo, y lo mismo ocurrirá con nosotros.

Usted no tiene que sentirse fracasado por no estar a la altura de los estándares de prosperidad del mundo que le rodea. Los cristianos vivimos de acuerdo con las verdades divinas, no con las expectativas del mundo. Si desea disfrutar una vida exitosa de verdad, lea el Salmo 1, que explica el camino de Dios hacia una vida fructífera.

En primer lugar, el salmista hace una advertencia. “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado” (Sal 1.1). El panorama es de una cada vez mayor tolerancia y comodidad hacia el pecado. El descenso comienza escuchando ideas y consejos impíos. Luego progresa al participar en prácticas pecaminosas, y culmina al volverse como los impíos al adoptar sus actitudes irreverentes hacia Dios y su Palabra.

Ahora bien, en efecto usted puede tener amigos y conocidos incrédulos. De hecho, eso le da una importante oportunidad de ser testigo de Cristo. Pero siempre debemos evitar seguir sus caminos, porque las malas compañías tienen una influencia corruptora sobre nosotros (1 Co 15.33, 34).

Hoy en día, muchas personas están en este camino impío, aunque en apariencia puedan parecer muy exitosas. Pero en última instancia, sin Cristo, todos sus logros se desvanecerán como la paja cuando se presenten ante Dios (Sal 1.4).

Luego, el Señor llama a su pueblo a un camino más elevado. “Sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche” (Sal 1.2). El éxito genuino está determinado por nuestra actitud hacia las Sagradas Escrituras. Dios nos dice que no nos jactemos de nuestra sabiduría, nuestra fuerza o nuestras riquezas, sino de la comprensión y del conocimiento de Él (Jer 9.23, 24). Y una de las mejores maneras de conocer al Señor es a través de su Palabra.

¿Puede decir con sinceridad que la Biblia es un deleite para usted, o es más bien un deber cristiano? ¿Siente usted gran placer y satisfacción en las Sagradas Escrituras? Si no anhela la Palabra tanto como quisiera, hay una solución. Pídale al Señor que le enseñe a deleitarse en ella. Luego, empiece a leer y a meditar en un pasaje bíblico.

La meditación no es una experiencia mística. Tan solo significa pensar a profundidad en lo que ha leído. No se limite a hojear un pasaje para poder tacharlo de su lista, más bien hágase preguntas mientras lee. ¿Qué dicen estos versículos sobre Dios y su carácter, caminos, propósitos y deseos? ¿Hay un mandamiento que obedecer, una advertencia que atender o una promesa que creer? Luego, considere cómo puede aplicar lo que ha aprendido. Permita que la Palabra de Dios moldee su pensamiento, actitudes, emociones, palabras y acciones. Recuerde que cuanto más se familiarice con las Sagradas Escrituras, mayor será su disfrute y satisfacción en ellas.

Por último, el resultado de permanecer en el camino de Dios es una vida fructífera (Sal 1.3). “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”. La imagen es la de una vida estable que se mantiene firme en tiempos de adversidad, porque está muy bien arraigada en la verdad bíblica y sostenida sin cesar por Cristo.

Todos queremos vidas productivas y prósperas, pero debemos asegurarnos de que estamos anhelando el tipo de vida correcto. La prosperidad material puede ser útil, pero la perderemos toda cuando muramos. Pero si nuestro deleite está en seguir a Dios y su Palabra, tendremos un tesoro eterno esperándonos en el cielo.

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Este mes celebramos el Día de la Independencia de nuestro país. Le animo a darle gracias a Dios por la libertad y paz verdaderas que obtenemos al poner nuestra fe en Jesucristo. Mi oración es que camine en gozo con Él y disfrute de todas las bendiciones de una vida obediente en Cristo.