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Del corazón del pastor

¿Cómo podemos superar el miedo y la ansiedad relacionados con el futuro?

Charles F. Stanley

Aunque nos gusta creer que estamos a cargo de nuestras vidas, en realidad, no sabemos qué nos deparará el día de hoy, y mucho menos el mes o el año que vienen. La vida está llena de incertidumbres, pero si nos centramos en las peores posibilidades, viviremos en un estado constante de estrés; lo cual difiere de lo que el Señor quiere para nosotros. Su deseo es llenarnos de su paz, una paz que no es terrenal, pero que trasciende nuestras circunstancias cambiantes (Jn 14.27).

Pero ¿cómo podemos superar el miedo y la ansiedad con respecto al futuro? Una respuesta la encontramos en la vida de Moisés. Gran parte de lo que experimentó fue impredecible: tener que escapar de Egipto, vivir como pastor de ovejas en el desierto durante 40 años después de haber sido criado en la casa de Faraón y luego ser usado por Dios para rescatar a los hijos de Israel de la esclavitud en Egipto. ¿Cómo lo hizo? Hebreos 11.27 dice: “Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible”.

La clave para enfrentar un futuro incierto es “ver” al Señor. Claro está que el escritor de Hebreos no se refería a la visión física porque Dios habita en una luz inaccesible, y ningún hombre le ha visto o puede verle (1 Ti 6.16). Aunque las Sagradas Escrituras dicen que Moisés habló con Dios cara a cara en Éxodo 33.11, unos pocos versículos después, cuando pidió ver la gloria de Dios, el Señor le dijo: “No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá” (Ex 33.20). Lo que Moisés experimentó en su comunicación íntima con Dios fue la presencia del Señor con él, y así es como nosotros también podemos ver a Aquel que no se ha visto.

El primer lugar donde observamos al Señor es en su Palabra porque la Biblia completa está inspirada por Él (2 Ti 3.16). Muchas personas hoy tienen una concepción de Dios que se basa en ideas preconcebidas, enseñanzas erróneas o preferencias personales con respecto a quién quieren que sea. Pero cualquier visión en cuanto al Señor que no esté respaldada por la Biblia es peligrosa porque no está anclada en la verdad. Dios nos dio su Palabra para revelarse a nosotros. En ella vemos atributos del Señor, sus deseos, sus caminos y obras, lo que en su conjunto nos da una visión precisa y completa de Él.

La segunda forma de ver a Dios es a través de su Hijo. “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Jn 1.18). Cada vez que leemos acerca del Señor Jesucristo en los relatos de los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, comprendemos mejor al Padre celestial a través de las palabras, deseos, interacciones y obras de Cristo.

Además, cada creyente tiene una relación personal con Jesucristo como Señor y Salvador, y esa relación incluye la comunión íntima con Cristo a través de la oración, la alabanza y la meditación. Cuando Cristo dijo “yo estoy con vosotros todos los días” (Mt 28.20), estaba hablando a todas aquellas personas a través de los siglos que pondrían su fe en Él. Hoy en día, Jesucristo no está presente en la Tierra de forma que podamos verlo de manera física, pero está con su pueblo en espíritu.

La tercera forma en la que vemos a Dios es a través de los ojos de la fe. Los cristianos estamos llamados a caminar por fe, no por vista (2 Co 5.7). De hecho, sin los ojos de la fe, nadie puede ver a Dios. Esto fue, sin duda, así cuando Jesucristo estuvo en la Tierra. Aunque enseñó con sabiduría divina, dio señales y realizó milagros sobrenaturales por el poder del Espíritu Santo, muchas personas lo rechazaron. Algunos que lo escucharon decir: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”, no tenían idea de que Dios Todopoderoso estaba de pie justo frente a ellos (Mt 5.8).

Sin fe en Jesucristo, nadie puede tener un corazón puro y sin mancha. Pero si hemos creído en Él para salvación, la justicia y pureza de Cristo nos son impartidas por ley. Esto no significa que ya no pecaremos, sino que ahora tenemos al Espíritu Santo trabajando sin cesar en nosotros para que nuestra conducta se alinee con nuestros principios de vida en rectitud. Ahora nuestra responsabilidad es buscar ser puros con devoción y sumisión incondicionales a Dios.

Cuando nuestros corazones son puros por medio de la confesión de pecado y un estilo de vida de obediencia, nuestra conciencia está limpia y nuestras mentes sensibles y sensatas en el Espíritu. Podremos filtrar nuestras experiencias y situaciones a través de la mente de Cristo, que Él nos ha dado por su Espíritu (1 Co 2.16). Por la noche, si hacemos una mirada retrospectiva del día, percibiremos cómo Dios nos guió, protegió, proveyó, convenció de pecado o alentó.

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Aquí en los Estados Unidos, el 4 de julio, celebramos el Día de la Independencia y la libertad que tenemos en este país. Por maravillosa que sea esta bendición, Dios tiene algo más grande para su pueblo: libertad del estrés de preocuparse por las incertidumbres de la vida. No podemos controlar lo que sucede, pero sí podemos confiar en Dios, quien sostiene el futuro.