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Del corazón del pastor

El hecho de ser libres no siempre garantiza el que vivamos en dicha libertad.

Charles F. Stanley

Quizá recuerde la primera vez que se dio cuenta de que la salvación es solo por gracia a traveís de la fe. Es una experiencia maravillosa, pero todos necesitamos crecer con el tiempo en nuestra comprensión de todo lo que ello significa. Conozco a algunos cristianos que han sido salvos por años, pero aun asií sus vidas se caracterizan por el desánimo ante los fracasos. Siguen arrepintieíndose y prometiendo que lo harán mejor si Dios los perdona una vez más. Pero lo “hacen mejor” tan solo por unos pocos diías. Luego, abrumados por la culpa, vuelven al Señor, suplicando perdón y otra oportunidad para hacerlo bien.

¿Podriía esto describirle a usted? Si es asií, me gustariía asegurarle que no es lo que nuestro Padre celestial pretende para nosotros. En Cristo hemos sido liberados de la esclavitud del pecado y la culpa. Esta es nuestra realidad espiritual, pero ser libres no siempre garantiza que vivamos en esa libertad. Hay obstáculos que pueden impedirnos experimentar una vida libre en Cristo. Uno de los mayores obstáculos es el legalismo.

La iglesia de Galacia se encontró en esta situación. Habiían respondido al evangelio y sido salvos por la gracia de Dios a traveís de la fe, pero algunos falsos maestros, llamados judaizantes, se habiían infiltrado en la iglesia. No negaban que la salvación fuera a traveís de la fe en Jesucristo, pero añadiían otra condición enseñando que tambieín se requeriía la obediencia a la Ley de Moiseís (Ga 1–12).

¿Has añadido usted algo a su salvación? Los que lo hacen se sienten muy culpables y temerosos de lo que el Señor pueda hacerles si llegan a fracasar. Estos requisitos adicionales pueden ser reglas hechas por el hombre sin base biíblica, o incluso buenas acciones como leer la Biblia, orar, asistir a la iglesia, compartir el evangelio, o diezmar, todo lo que la Biblia nos dice que hagamos. Pero si estamos tratando de apaciguar a Dios, estamos viviendo en esclavitud.

Para poder vivir en la libertad de la gracia, primero debemos entender el propósito de Dios para la Ley. Los Diez Mandamientos no fueron dados para lograr la salvación o hacernos buenos. La Ley de Dios funciona como un espejo. Cuando usted se mira en el espejo a primera hora de la mañana, no le hace de buen parecer; solo revela los hechos relativos a su apariencia. De la misma forma, los mandamientos de Dios revelan su pecado, pero nunca pueden hacerle justo; solo condenarle (Ro 3.19, 20).

Luego, necesitamos un entendimiento preciso de la gracia de Dios. Esta se define como su favor inmerecido hacia quienes no son dignos de ella, que somos todos ya que nadie puede vivir de acuerdo con la norma perfecta de la Ley de Dios. Pero el Señor Jesuís lo hizo. Eíl obedeció cada orden de manera perfecta.

Es sobre la base de la obediencia de Cristo que el Padre puede ahora extender la gracia a todos los que confiían en su vida y muerte para su salvación. ¿Por queí deberiíamos tratar de añadir la ley como requisito de salvación si ya hemos sido salvos por la gracia? Pablo dijo a los Gálatas: “Si os circuncidáis (en obediencia a la Ley), de nada os aprovechará Cristo” (Ga 5.2). En otras palabras, podemos vivir por la ley o por la gracia, pero no por ambas.

¿Por queí los cristianos aceptan tan fácilmente la salvación por gracia pero luego tratan de crecer espiritualmente siguiendo reglas en su propia fuerza? La razón es porque no entienden que la gracia no termina despueís de la salvación. Dios continuía prodigando la gracia sobre nosotros a lo largo de nuestra vida terrenal y en la eternidad. ¿Sabe por queí Dios le salvó? “Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesuís” (Ef 2.7).

Por uíltimo, para experimentar la libertad plena que Cristo ganó para nosotros, debemos vivir constantemente en la gracia omnisuficiente de Dios. Juan lo describió de esta manera: “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (Jn 1.16). Piense en ello como las olas del mar. Mientras una ola rompe en la arena, otra la sigue. Nunca nos quedamos sin la gracia de Dios, lo que significa que nunca tenemos que volver a la ineficacia de la ley y el esfuerzo propio.

Una de las razones por las que no confiamos en la gracia como deberiíamos es porque no sabemos lo que ella hace. Es el medio por el cual vivimos la vida cristiana (Tit 2.11-12). Trabaja dentro de nosotros para potenciar la obediencia a Cristo, permitir el servicio, superar el pecado, producir una conducta santa, transformar nuestro carácter a la semejanza de Cristo y fortalecernos para soportar las dificultades y el sufrimiento (2 Co 12.9).

¿Está usted caminando en la libertad de la gracia, o se esfuerza por llevar la vida cristiana lo mejor que puede con sus propias fuerzas? Puede notar la diferencia al examinar sus motivos. ¿Su obediencia fluye del amor a Cristo o del temor? ¿Su obediencia es una delicia o una pesada carga? Juan escribió: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Jn 5.3).

La gracia de Dios es su amor en acción y Eíl la derrama sobre nosotros para proporcionarnos todo lo que necesitamos para experimentar la vida cristiana. Ruego a Dios que descubra la libertad y la alegriía que vienen al caminar en la asombrosa y generosa gracia de Dios.

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Una de mis mayores alegriías es saber que nuestros oyentes y lectores, como usted, están cada diía más cerca del Señor. Mi esperanza es que Dios haya usado a Ministerios En Contacto para animar y fortalecerle con las verdades de su Palabra. Gracias por ser parte de nuestra familia En Contacto.