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Del corazón del pastor

No hay nada mejor que madurar en Cristo, sin importar cuánto tiempo hace que lo conoce.

¡Le deseamos un feliz año nuevo! Aquí en En Contacto esperamos con ansias el nuevo comienzo que trae cada enero, y esperamos que usted también esté lleno de fe y confianza. Aquí tiene algunas palabras desafiantes —y consejos prácticos— del Dr. Stanley para ayudarle a que este sea un año de gran crecimiento espiritual.


¿Qué opina de empezar un nuevo año? 

Hay quien piensa que hacer un lista de resoluciones de Año Nuevo es una tontería. Y es cierto que muchas veces se olvidan o se abandonan rápidamente, pero eso no significa que sea una pérdida de tiempo. Es una manera de marcar el rumbo en la dirección correcta para los próximos meses. Si no hace plane para mejorar, la única alternativa es seguir haciendo las mismas cosas que hacía antes, sean o no fructíferas.

En la transición del año viejo al nuevo, tómese un tiempo para evaluar su vida. 

No solo en función de los logros terrenales, sino a un nivel espiritual más profundo. En la última semana de diciembre, siempre reviso mis diarios para ver cómo he respondido a la dirección, las promesas o las advertencias del Señor a lo largo del año. El objetivo no es juzgar mi actuación, sino comprobar el estado de mi corazón y recordarme las lecciones que he recibido.

Intente hacerse las siguientes preguntas: ¿Qué logré el año pasado? ¿He hecho algo que me sobrevivirá y tendrá un significado eterno? ¿Invertí mi tiempo, energía y recursos en lograr lo que yo quería o lo que Dios deseaba? ¿He crecido en mi relación con Cristo? 

Estas preguntas se refieren al aspecto más importante de su vida, y son la clave de todo lo que espera experimentar en el futuro. Veamos el ejemplo de Pablo en Filipenses 3.7-16.

En primer lugar, Pablo tenía un deseo que superaba a todos los demás.

“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (vv. 7, 8). 

Es una norma difícil, ¿verdad? ¿Son las metas profesionales, familiares, financieras, materiales o sociales más importantes para usted que conocer mejor al Señor y pasar más tiempo con su Salvador? No tiene nada de malo el buscar otras cosas, pero tienen que ocupar un segundo lugar con respecto a su relación con el Señor. Eso significa que debe sacar tiempo para pasarlo con Dios, en su Palabra y en oración.

En segundo lugar, Pablo tenía un objetivo primordial en la vida.

“A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte” (v. 10). No se trataba de una familiaridad superficial. Pablo quería conocer a Cristo personal y vivencialmente (1) al entregarse de manera gozosa y diaria al poder de la resurrección del Señor, (2) al sufrir por la justicia como Cristo lo hizo, y (3) al ser continuamente conformado a imagen de Cristo y morir al pecado en su vida.

¿Conocer mejor a Dios es en verdad su meta primordial? A la mayoría de los cristianos les gustaría decir que sí, pero la manera en que invierten su tiempo y esfuerzo indica lo contrario. El deseo puede estar ahí, pero la acción no; no hay “seguimiento”. Nadie va a la deriva en el cumplimiento de un objetivo. Sin esfuerzo, lo que hay es un deseo, no un objetivo, y no se avanza sin un plan para cumplirlo. 

En tercer lugar, Pablo persiguió su objetivo de todo corazón. 

“Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (vv. 13, 14).

Pablo utiliza la imagen de una carrera. Para avanzar, no se puede cargar con el equipaje del pasado (He 12.1). Los logros del pasado nos hacen tropezar con el orgullo, mientras que los fracasos y los remordimientos nos arrastran. En lugar de eso, corra libre de cargas, esforzándose al máximo para llegar a la meta. 

¿Consiguió Pablo su objetivo? Escuche sus últimas palabras: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor” (2 Ti 4.7, 8).

¿No le gustaría terminar la vida así, habiéndose fijado una meta de valor eterno que persiga de todo corazón año tras año? 

Es posible. Y nunca es tarde para empezar. Pídale a Dios un nuevo comienzo. Renuncie a cualquier viejo equipaje y deje que este año nuevo le impulse a conocer al Señor por encima de todo.


¿Está listo para comenzar el año 2024 con los ojos fijos en Jesucristo? Así vivió el Dr. Stanley, y siempre nos animó a hacer lo mismo. No hay nada mejor que madurar en Cristo, sin importar cuánto tiempo hace que lo conoce. Oramos para que crezca a pasos agigantados este año. 

Que a Dios sea la gloria,

Sus amigos de Ministerios En Contacto