Saltar al contenido principal

Del corazón del pastor

Descubra cómo las Sagradas Escrituras revelan la esencia de nuestro Creador.

Cuando pienso en quién es Dios, me quedo simplemente sin palabras. Muchas veces, de rodillas, contemplando a Dios, me he encontrado llorando. 

¿Por qué?

Por lo maravilloso que es Él. Porque me salvó cuando era un niño de 12 años. Porque me ha respondido miles de oraciones, me ha perdonado y ha sido bueno y misericordioso conmigo una y otra vez. Porque me da a conocer su presencia, me permite conversar con Él y me asegura su amor incondicional.

¿Cómo podría no adorarlo, obedecerlo y amarlo?

¿Y usted?

Si tuviera que describir a Dios a otra persona, ¿qué le diría? ¿Y cómo sabría si su opinión es correcta?

Mucha gente tiene ideas erróneas acerca de Dios, se imaginan que tolera el pecado, que acepta las decisiones de todos o que siempre bendice. Incluso los cristianos pueden tener una idea errónea del Señor. De hecho, hasta cierto punto, todos tenemos una idea errónea de Dios, porque Él es infinitamente insondable. Los seres humanos solo podemos captar “los bordes de sus caminos” (Job 26.14).

Entonces, ¿cómo podemos saber la verdad acerca de Él? Bueno, Dios se describe con perfecta exactitud en su Palabra. Y aunque cualquiera puede leer la Biblia, solo los creyentes tienen al Espíritu Santo para ayudarlos a entenderla (Jn 14.26). Además, debido a que tenemos una relación personal con Cristo, quien habita en nosotros por medio del Espíritu Santo, podemos confiar en Él cuando buscamos entender los atributos de Dios.

Mientras que quienes no han creído no pueden conocer la ley de Dios (Ro 2.15), pues solo los hijos de Dios “tenemos la mente de Cristo” (1 Co 2.16).

Examinar lo que la Biblia dice acerca de Dios inspirará asombro, proporcionará la paz de la comprensión y aumentará el gozo que sentimos por nuestra relación con Él. Observe conmigo solo cuatro de los muchos atributos mencionados en las Sagradas Escrituras que son exclusivos de Dios:

En primer lugar, consideremos su grandeza.

“Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza; y su grandeza es inescrutable... En la hermosura de la gloria de tu magnificencia, y en tus hechos maravillosos meditaré” (Sal 145.3, 5).

Una manera de apreciar la magnitud de Dios es observar el mundo natural.

Él lo diseñó y lo hizo todo: la Tierra, el cielo y el vasto universo que hay más allá, así como las increíbles complejidades de cada pequeño pétalo y hoja. Nosotros no tenemos la capacidad de crear cosas como estas o darles vida, pero Dios sí. Él hizo todo lo que hay en el cielo y en la Tierra (Gn 1.1). Espero que el milagro de la creación haga que sus labios se llenen de alabanzas al reconocer la grandeza de Dios.

¿Y las naciones y los gobernantes poderosos?

“Como nada son todas las naciones delante de él”, y los “moradores [de la Tierra] son como langostas” (Is 40.17, 22). “Él convierte en nada a los poderosos, y a los que gobiernan la tierra hace como cosa vana” (v. 23).

Sabiendo esto, no tenemos que abrumarnos ni desesperarnos por los desórdenes políticos o sociales. Nuestro Dios reina sobre todo ello. Mientras estemos en el mundo debemos actuar con justicia y amar la misericordia (Mi 6.8), pero nuestra verdadera ciudadanía está en el cielo (Fil 3.20). En medio de toda la confusión, estamos sujetos firmemente de la mano del Salvador hasta que lleguemos a nuestro hogar eterno.

En segundo lugar, el Señor es infinito.

“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Ro 11.33).

Es imposible que nuestras mentes finitas comprendan a cabalidad el concepto de lo infinito. Pero reflexione sobre esto: el conocimiento, la sabiduría y el entendimiento de Dios no tienen límite. No hay ningún error en nada de lo que Él hace, dice o quiere. Puede confiar en Él cuando le dirija o instruya, porque Él siempre tiene razón. Y esta cualidad ilimitada se aplica a todos sus atributos, como la fidelidad, el amor y el poder.

En tercer lugar, Dios es eterno.

“Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos” (1 Ti 1.17).

Dios no tuvo principio y no tendrá fin. Sé que esto nos desconcierta porque vivimos en el reino del tiempo y no podemos comprender la eternidad. Pero Dios está fuera del tiempo, que Él creó. Es extraordinario contemplar lo que esto significa para nosotros: todos los que tienen vida eterna en Cristo vivirán un día con Él para siempre en un paraíso sin fin.

Por último, Dios es inmutable; nunca cambia.

“Porque yo Jehová no cambio” (Mal 3.6). Sus atributos permanecen constantes, sus promesas nunca fallan y ninguno de sus planes puede ser frustrado. “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” (Nm 23.19).

Esto es cierto para todas las personas, no solo para los hijos de Dios por medio de Cristo Jesús. Pero como creyentes, este atributo de nuestro Dios es una noticia maravillosa. Significa que sus promesas para nuestro bien son seguras, y nos traen favor, bendición, fortaleza y vida eterna.

Cuando pienso en lo grande que es Dios, me asombra que haya venido a salvarme y que me ame, me guíe y me proteja por el resto de mi vida.

Le animo a meditar en algunos pasajes bíblicos que describen a Dios. Al hacerlo, puede que se encuentre de rodillas en alabanza y adoración. En momentos como esos, la relación personal que tenga con Dios como su Padre amoroso crecerá exponencialmente. Descubrirá una cercanía más profunda y especial al apoyarse en el amor de este Dios insondable y majestuoso. No hay ningún lugar mejor, ni más maravilloso, para estar que en sus manos.

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Un nuevo año ofrece una nueva oportunidad para decidir crecer en el conocimiento y comprensión del Señor. El objetivo de Ministerios En Contacto es ayudar a los creyentes a crecer firmemente en su fe. Si nos contacta, podemos ayudarle a encontrar recursos para apoyarle mientras descubre la grandeza de su asombroso Dios y Salvador.