Saltar al contenido principal

Del corazón del pastor

Jesucristo recibió los primeros regalos de Navidad de la historia, y eran perfectos para Él.

¿Se ha sentido alguna vez deleitado y sorprendido cuando alguien ha elegido el regalo perfecto para usted?

Es maravilloso recibir un regalo así. Recuerdo uno que llegó a mi puerta hace años en una gran caja que decía “Frágil - Vidrio”. No podía imaginar lo que era. Cuando lo abrí, me quedé asombrado. El dador había elegido algo que yo valoraría mucho, y fue una tremenda bendición.

También es agradable hacer un regalo así, ¿verdad?

Eso es parte de lo que nos gusta de la Navidad. Es el nacimiento de nuestro Salvador, el mejor regalo de todos. Y en respuesta, compartimos nuestra alegría buscando artículos especiales para los demás. Escucharles decir: “¡Es perfecto!”, nos hace muy felices.

El Señor Jesucristo recibió los primeros regalos de Navidad de la historia, y eran perfectos para Él.

Si nuestro Señor hubiera podido hablar, creo que cuando los magos le ofrecieron sus regalos también habría dicho: “¡Son perfectos!”. El oro, el incienso y la mirra pueden no parecer adecuados para un bebé, pero el Jesucristo no era un niño común y corriente. 

Este relato de su vida tiene mucho que decirnos. Le invito a que vea conmigo el maravilloso relato de los magos y sus regalos de Navidad (Mt 2.1-16).

En primer lugar, consideremos los personajes de este relato. 

Los magos eran líderes políticos y sacerdotales de Oriente, tal vez de Babilonia (v. 1). Podrían haber sido descendientes de los que habían aprendido de Daniel sobre el Dios de Israel y el Mesías prometido.

Después de ver la estrella en su tierra natal, los magos hicieron el largo viaje a Israel. Al entrar en Jerusalén, preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle” (v. 2).

Su pregunta causó un gran revuelo.

El rey Herodes se preocupó por los viajeros y su extraño anuncio (v. 3). Él se consideraba el rey de los judíos, y desde una perspectiva terrenal, lo era. La principal preocupación de Herodes era asegurarse de que este bebé judío no se interpusiera entre él y su trono.

Herodes reunió a los jefes de los sacerdotes y a los escribas para determinar dónde debía nacer el Cristo (vv. 4-6). Le informaron que las Sagradas Escrituras decían que el Mesías vendría de Belén.

En lugar de estar entusiasmados por unirse a la búsqueda de su Rey, estos expertos religiosos debieron sentirse satisfechos con sus vidas espirituales, pues la Biblia no registra ninguna otra acción por parte de ellos.

En cambio, las acciones de los magos se centraron en exaltar al Rey de los judíos recién nacido, sin ningún interes oculto. Cuando llegaron a la casa donde estaba el recién nacido Jesús, con asombro y humildad, “se postraron y lo adoraron” (v. 11). Luego le dieron regalos dignos de un rey. 

En segundo lugar, consideremos los regalos que eligieron (v. 11). 

Aunque es dudoso que los magos entendieran el significado final de estos regalos, cada uno era apropiado y profético para el Hijo de Dios:

  • La mirra era un perfume que se utilizaba en especial para los entierros y profetizaba la muerte del Señor Jesús y de su papel como nuestro Redentor.
  • El incienso era quemado en el altar de oro del templo judío por los sacerdotes y simbolizaba el papel del Señor Jesucristo como nuestro sumo sacerdote y mediador con Dios.
  • Y el oro mostraba un alto honor y era un regalo apropiado para un rey, justo lo que es el Señor Jesús.

Por último, comparemos las respuestas de los personajes.

Eso nos ayudará a considerar qué actitud tenemos en cuanto a Cristo en este momento. Al igual que los personajes del relato, cada uno de nosotros ve al Señor Jesucristo de una de las tres maneras siguientes: 

Herodes veía a Cristo con hostilidad porque lo consideraba una amenaza (v. 16).

Esta actitud aún prevalece hoy en día. Algunas personas rechazan al Señor Jesús porque quieren gobernar sus propias vidas. Reconocerlo como Rey sería demasiado costoso ya que requeriría someterse a Él.

Los líderes religiosos judíos veían a su Mesías con indiferencia (vv. 4-6).

Conocían las Sagradas Escrituras, pero se conformaban con adorar a Dios de la misma manera que siempre lo habían hecho.

Tal complacencia todavía caracteriza a algunos creyentes. Aunque asisten a la iglesia, no tienen ningún deseo de conocer a Cristo en profundidad. A efectos prácticos, Él no tiene cabida en sus vidas cotidianas. 

Los sabios lo vieron como el Rey digno de adoración, y se inclinaron con humildad ante Él (v. 11). 

Si sigue su ejemplo, usted también puede celebrar y disfrutar de la maravilla del regalo perfecto de Dios para nosotros (Jn 3.16). Cuando usted reconoce a Cristo como Rey de su vida, descubre las alegrías y las riquezas insondables de formar parte de su reino maravilloso. 

Ese es el regalo perfecto que Él quiere de usted: su disposición a caminar junto a Él, ahora y para siempre en la eternidad. ¡Qué Dios tan amoroso!

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Oro para que usted y su familia celebren en el Espíritu el nacimiento de nuestro Salvador. Deseo que, con cada regalo que den y reciban, recuerden con alegría la historia de los magos, y que esta le ayude a adorar y honrar al Señor Jesús como su Rey amado.