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Del corazón del pastor

Vencer nuestros miedos no es cuestión de fuerza de voluntad, sino de dependencia del Señor y de su Palabra.

¿Ha pasado por alguna adversidad últimamente? 

Puede ser muy desagradable e incluso preocupante. El apóstol Pedro llamó “pruebas de fuego” a las dificultades en la vida del creyente. 

En lo que respecta a las Sagradas Escrituras, es probable que tengamos algunas asociaciones negativas con la palabra “fuego”, ya que es la fuente de castigo para los incrédulos y los ángeles caídos. Pero también se usa, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, como símbolo de la presencia de Dios y marcador del Espíritu Santo, así como elemento purificador. 

Siga leyendo para conocer los consejos del Dr. Stanley en cuanto a cómo aceptar las “pruebas de fuego”.


A veces, nos sentimos tentados a desear que la vida cristiana fuera más fácil. Después de todo, tenemos un Padre celestial que nos ama, nos guía y nos bendice. 

Entonces, ¿por qué debemos ser incomprendidos o ridiculizados? 

¿Por qué tenemos que soportar adversidades dolorosas, desánimo y pérdidas?

Pedro dijo a los creyentes que sufrían: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese” (1 P 4.12). 

La persecución y las pruebas forman parte de la vida cristiana, por lo que debemos comprender cómo quiere Dios que reaccionemos ante ellas.

Quizás conozca la historia de Sadrac, Mesac y Abed-nego en el tercer capítulo de Daniel.

Se encontraron en un fuego, literalmente hablando, cuando se negaron a adorar la imagen de Nabucodonosor. La pena por su incumplimiento era ser arrojados vivos a un horno de fuego abrasador. Comprendieron las terribles consecuencias, pero estuvieron dispuestos a pagar ese precio para obedecer a Dios y adorarlo solo a Él.

Esa es la clase de audacia y valentía que el mundo necesita ver en nosotros, tanto si sufrimos a causa de antagonistas como de circunstancias adversas. Del ejemplo de estos tres hombres, aprendemos principios que nos pueden ayudar en medio de nuestras propias pruebas de fuego: 

En primer lugar, la fidelidad a Dios debe prevalecer sobre el temor. 

Tanto si defiende la justicia como si atraviesa tiempos difíciles con paciencia piadosa, tenga en cuenta la sabiduría de Dios.

Puesto que Dios conoce el futuro y permite nuestras dificultades, podemos confiar en que Él manejará las consecuencias cuando le somos fieles. Justo eso fue lo que hicieron Sadrac, Mesac y Abed-nego. “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo...Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Dn 3.17, 18). Y el Señor, de hecho, se hizo cargo de las consecuencias de su negativa a adorar la imagen del rey, protegiéndolos milagrosamente mientras soportaban el castigo de los hombres (v. 27).

Vencer nuestros miedos no es cuestión de fuerza de voluntad, sino de dependencia del Señor y de su Palabra. Él es nuestra fuerza para perseverar. Mantenga sus ojos fijos en Él y podrá permanecer firme en obediencia a Cristo.

En segundo lugar, las únicas cosas que se pierden en el fuego son las que nos atan. 

Sadrac, Mesac y Abed-nego fueron atados antes de ser arrojados al fuego. Pero cuando Nabucodonosor se asomó al horno, dijo: “He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño” (v. 25). Sus cuerdas estaban quemadas, pero ellos estaban ilesos.

De forma simbólica, lo mismo ocurre con nosotros. En una prueba descubrimos nuevas verdades sobre Dios y sobre nosotros mismos. Todos tenemos pecados, actitudes, comportamientos y patrones de pensamiento que necesitan ser quemados para que podamos ser libres de ellos. Con la libertad viene la alegría. Y en el proceso, obtenemos una comprensión más precisa de Dios y de sus caminos.

En tercer lugar, Dios siempre está con nosotros en el fuego. 

Nabucodonosor vio a cuatro hombres en el horno, “y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses” (v. 25). Este no era otro que el Cristo preencarnado. Lo que Sadrac, Mesac y Abed-nego experimentaron en el mundo físico visible, lo experimentamos espiritualmente a través de la presencia del Espíritu Santo que mora en nosotros. Dios no solo vela por nosotros en toda circunstancia, sino que camina con nosotros como un compañero. Nunca nos dejará ni nos abandonará (He 13.5). 

En cuarto lugar, la fidelidad de usted en medio del fuego será de bendición para otros y magnificará la gloria de Dios. 

Cuando Nabucodonosor vio lo que sucedió, se dio cuenta de cuán grande es el Dios Altísimo y lo bendijo (Dn 3.26-29). Las duras pruebas que enfrentamos nos benefician, a medida que Dios utiliza nuestra fidelidad como testimonio para los demás. 

Tal vez el día de hoy esté lleno de adversidades, así que permita que estos principios reajusten su enfoque. “Como son más altos los cielos que la tierra, así son [los] caminos [de Dios] más altos que [nuestros] caminos” (Is 55.9). 

No tenga miedo, confíe en lo que Dios está haciendo y espere ver su mano en medio la prueba.


Al Dr. Stanley le gustaba recordarnos que, como creyentes, las pruebas siempre están cerca. Usted acaba de sobrevivir a una prueba, está soportando una ahora, o se está preparando para entrar en una. Es nuestra oración que dondequiera que se encuentre, estas palabras le ofrezcan fortaleza y esperanza en su caminar con Cristo. 

Hasta la próxima, que Dios le bendiga.

Para la gloria de Dios,

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