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Del corazón del pastor

La Palabra de Dios es una mina profunda de tesoros que esperan ser descubiertos.

Puede parecer sorprendente, pero he escuchado a muchos pastores decir que sintieron temor cuando Dios los llamó a predicar. Sabían que eran incapaces de afrontar el reto por sí solos. De hecho, cuando fue mi turno de predicar mi primer sermón también estaba nervioso. 

Mi madre se dio cuenta de ello y me leyó un pasaje de la Biblia que Dios había puesto en su corazón para mí. Se trataba de Josué 1.7-9, en el que el Señor le aseguraba a Josué que estaría con él en su camino. No puedo ni empezar a contar el aliento que supuso para mí este pasaje. 

La Palabra de Dios es una mina profunda de tesoros que esperan ser descubiertos por aquellos que están dispuestos a buscarlos, y a aplicarlos con esmero. Esto requiere sabiduría y comprensión, así como tiempo para escuchar al Señor.

A veces los creyentes evitan las Sagradas Escrituras porque no saben lo que significan para ellos. 

Pero si usted lee la Biblia buscando saber lo que Dios dice y cómo quiere que lo aplique, la Palabra de Dios se vuelve rica y significativa, y es una fuente de energía para superar todos los momentos difíciles de la vida.

Me gustaría ayudarle a comprender mejor cómo escuchar a Dios por medio de su Palabra. Veamos tres lecciones básicas de cómo Dios interactuó con Moisés en Éxodo 3.1-14.

En primer lugar, debemos prestar atención a la Palabra.

Mientras Moisés pastoreaba el rebaño, notó algo sorprendente: una zarza ardiente que no se consumía, y la voz de Dios llamándole desde dentro de la zarza (vv. 3, 4). Es evidente que el Señor quería que Moisés lo notara y lo escuchara bien.

Nuestro Padre a menudo intenta hablarnos, pero no siempre lo escuchamos. 

Si esperamos escuchar su voz, prestaremos más atención. Recuerde que Dios quiere comunicarse con usted. La Biblia contiene la Palabra viva de Dios, y Él la utiliza para hablar directamente a sus hijos. Lea la Biblia listo para escuchar.

El Salmo 119.18 es un gran versículo para preparar su corazón antes de leer las Sagradas Escrituras: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley”. Usted podría terminar sorprendido cuando el Señor aplique algo de un pasaje a su vida y el Santo Espíritu le abra los ojos para entenderlo.

En segundo lugar, debemos obedecer la Palabra. 

Después de llamar su atención con la zarza ardiente, Dios le dio a Moisés un mensaje: “Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel” (Ex 3.10). Al principio, Moisés se opuso, diciendo: “¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” (v. 11). Lo único que podía ver eran los obstáculos para obedecer al Señor.

La objeción de Moisés no hizo que Dios cambiara de opinión ni modificara sus planes, y lo mismo sucederá con nosotros. Aunque podemos pensar en todo tipo de razones por las que no podemos hacer lo que Él ha dicho, sus órdenes son indiscutibles. El Señor nunca nos llama a hacer nada para lo que no tenga una razón, un propósito o una meta.

¿La idea de obedecer al Señor le llena a veces de miedo?

Los sentimientos de incapacidad y de inquietud no son excusas para la desobediencia. Se nos ha dado el Espíritu Santo para darnos poder. Cuando no pueda ver lo que le espera, pida al Señor que le dé fuerzas y luego obedezca con fe.

En tercer lugar, debemos confiar en la Palabra de Dios.

Dado que Moisés había salido de Egipto como fugitivo, la idea de regresar para una tarea tan desalentadora debió llenarlo de temor. Pero el Señor le aseguró revelando su nombre: “YO SOY EL QUE SOY” (v. 14). Moisés necesitaba saber que Dios era el que existía por sí solo y que no necesitaba ayuda. Este era su plan, y Él lo cumpliría sin lugar a duda porque es el Dios soberano del universo y quien controla todas las cosas.

El Señor también le hizo una promesa a Moisés: “Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte” (v. 12). El gran YO SOY estaba a punto de actuar, y nadie podía impedírselo porque Él siempre hace lo que dice que hará.

Cuando lea la Biblia y se encuentre con un pasaje que le hable de manera directa y personal y se pregunte cómo podría hacer lo que Dios le pide que haga, recuerde que el que le llama a obedecer es el gran YO SOY.

Saberlo calmará sus temores y le dará valor, ya sea que Dios le esté llamando al púlpito, a un salón de clases, a un acto silencioso de servicio o a cualquier otra cosa. El Señor promete su ayuda y provisión para que nunca tenga que ir con las manos vacías a su tarea. Y si una situación no resulta como lo esperaba, confie en la verdad y no en los sentimientos. El Señor nunca le dejará ni le desamparará (Dt 31.6). 

Dios le prometió a Moisés que estaría presente, y también nos lo promete a nosotros. Usted puede contar con Él siempre que escuche y obedezca su voz cuando le hable por medio de su Palabra.

¿Está listo para comenzar a acercarse a las Sagradas Escrituras con cuidadosa atención, un espíritu de obediencia y un corazón confiado?

Cuando lo haga, la Palabra de Dios se volverá viva y emocionante para usted. El Señor abrirá su mente para que reciba una comprensión más profunda de Él, dirección divina para su vida, poder sobrenatural para obedecer y el estímulo de sus promesas infalibles en momentos de debilidad, temor o insuficiencia.

Ruego que abra su Biblia hoy, sabiendo que estos tesoros están a su alcance.

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. A lo largo de muchos años, hemos procurado caminar de acuerdo con la voluntad y la guía de Dios. Hemos visto la gracia milagrosa del Señor en acción para ayudarnos a difundir el evangelio y hacer crecer el ministerio. Qué honor ha sido siempre ver el poder de Dios en acción. Cuando miro hacia el futuro, confío en que los años venideros para Ministerios En Contacto estén igualmente llenos de gracia. A Dios sea la gloria.