El sol apenas ha salido, pero mi esposo ya ha agarrado su teléfono celular y ha puesto una canción sobre confiar en Dios en los tiempos difíciles. “Aunque las tormentas sigan azotando con furia mi vida”, canta el difunto barítono de góspel Douglas Miller, “y a veces sea difícil distinguir la noche del día...”. La canción —My Soul Has Been Anchored in the Lord”— (Mi alma se ha anclado en el Señor) resuena a menudo en mi casa porque, como muchas familias, estamos en medio de una circunstancia difícil.
Ilustración por Hokyoung Kim
¿Pero Dios? ¿Está Él cerca? ¿Nos ayudará?
Estas son preguntas con las que he estado luchando para encontrarles respuesta ya que desde hace un tiempo me he sentido estresada tratando de comprender formas y medios claros de confiar en el Señor en medio de los problemas. A través de la reflexión y la oración, he descubierto varias maneras de ayudar a calmar mi corazón y mi mente, y a mantener el enfoque en Aquel que me ha acompañado en todas las ocasiones.
Entregue el problema al Solucionador de Problemas
Puede parecer obvio, pero la manera más esencial de confiar en Dios cuando estamos abrumados es apartándonos de ese problema y volviéndonos a Él. Hacerlo podría parecer poco aconsejable, ya que un problema puede ser tan fuerte que nos exige que les prestemos nuestra atención, como si requiriera lo máximo y lo mejor de nosotros.
Sin embargo, confiar en Dios durante una prueba significa llevarla primero a Él. El salmista explica por qué: “Dios es nuestro amparo y fortaleza” (Salmo 46.1). Y luego está la contundente verdad de Salmo 28.7: “Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui ayudado, por lo que se gozó mi corazón, y con mi cántico le alabaré”.
Permita que otros le ayuden
Cuando lleguen tiempos difíciles, no se aísle. Acérquese a amigos creyentes. Reconéctese con familiares de confianza y permítales “sostener sus brazos” en medio de la dura batalla. Durante una batalla prolongada, Moisés fue ayudado de esta manera por su hermano mayor Aarón, y por Hur, el amigo de ambos (Éxodo 17.10-13). La ayuda fuerte conecta la fe constante de los demás con la nuestra, como la cadena de un ancla, para que podamos renovar nuestra confianza en Dios.
No tema
El peligro es real. El Señor Jesús lo afirmó cuando invitó a sus discípulos a cruzar el mar de Galilea con Él. Usted conoce bien la historia. Se levantó una tempestad, y los aterrorizados discípulos despertaron al Señor gritando: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” (Marcos 4.38).
Después de calmar el viento y las olas, el Señor les hizo una pregunta a los discípulos: “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?” (Marcos 4.40). A pesar de vivir a diario con el Señor, lo habían subestimado a Él y a su poder. Podemos aprender de la lección de ellos, y también de nuestras propias experiencias, que Jesucristo puede calmar los vientos enfurecidos, incluyendo los nuestros.
Háblele a Dios de su actual aflicción
El salmista dice que el Señor lleva un registro de todas nuestras dolorosas tormentas, que pone nuestras lágrimas en su redoma (cf. Salmo 56.8) y que nunca olvida ninguna de nuestras duras pruebas. Él se preocupa por nosotros. Por lo tanto, confiar en Él significa tomarse el tiempo para contarle nuestras luchas y, por fe, pedirle que intervenga. Sin duda, el Señor ya lo sabe, pero detenernos a contárselo en oración es una manera concreta de demostrar que confiamos en que Él será la respuesta.
Decídase a conocer a Dios
Las personas y otras cosas en nuestra vida pueden escurrirse y moverse con rapidez de un lado a otro, pero Dios es inamovible. Podemos confiar en Él incluso si nuestra fe se siente débil y no vemos cómo reaccionará a nuestros gritos de ayuda. En cambio, si dependemos de Él, estamos creyendo en su capacidad para ser nuestro Dios. Tomarse el tiempo para entender su poder constante significa que cuando lo necesitemos, sabremos que Él es confiable para cumplir y responder.
Busque la claridad
Incluso durante los tiempos tormentosos, el sol puede abrirse paso. Y lo mismo puede hacer el Señor. Busque cada día esos momentos que le hagan reír, que le den alegría, que aviven su esperanza, y anótelos en un diario o en los márgenes de su Biblia. Son regalos de nuestro Dios misericordioso, pruebas de su amor que vale la pena recordar (y transmitir a sus seres queridos).
La confianza es un ancla que nos mantiene firmes en la tormenta y, como cristianos, podemos acudir al mejor “punto de apoyo” de todos: Dios mismo. Las tormentas de la vida vendrán, pero al confiar en Dios a través de ellas, nos mantenemos firmes y seguros sabiendo que, pase lo que pase, estamos cerca de Aquel que nos ayudará a superarlas.