Cuando era niña a comienzos de los años 80, crecí viendo un flujo constante de episodios de Plaza Sésamo, como Sesame Street, 3-2-1 Contact, Schoolhouse Rock! y The Electric Company. Pero ninguno de esos programas podía compararse con El vecindario del señor Rogers (Mister Rogers’ Neighborhood). Me encantaban los títeres, las canciones y los viajes por el vecindario para pasar tiempo con personas maravillosas como el Sr. McFeely, Handyman Negri, y el oficial Clemmons, los cuales me enseñaron el valor de la creatividad, la paciencia y la amabilidad, sin excepción entre ellos. Pero una cosa que dijo el Sr. Rogers y que siempre me quedó grabada, fue la historia de su propia vida: “Cuando yo era un niño, y veía cosas aterradoras en las noticias, mi madre siempre me decía: 'Busca a los que ayudan. Siempre encontrarás a personas que están ayudando'“.
Eso me daba una sensación de seguridad, saber que esas almas buenas y justas siempre estarían ahí, sin importar lo que pasara. Y eso me inspiró a ser una de esas personas a las que el Sr. Rogers estaba atento: una mujer que hacía lo correcto, fuese cual fuese la situación, y que alentaba a la gente, incluso en los momentos más oscuros.
Quizás por eso Bernabé siempre ha sido uno de mis personajes favoritos de la Biblia. A diferencia de Pedro, él nunca caminó sobre el agua. No dio testimonio al pie de la cruz como Juan, ni es conocido como un gran maestro como Pablo. Pero es innegable que Bernabé está presente en todo el Nuevo Testamento, dando sin cesar lo mejor de sí por la causa del evangelio.
Vendió su tierra y dio el dinero a la iglesia (Hechos 4.36,37), avaló al futuro apóstol Pablo cuando los discípulos no querían tener nada que ver con su antiguo perseguidor (Hechos 9.26-28), y acompañó a Pablo en sus viajes misioneros, ayudándolo en sus muchas dificultades. En cada uno de los relatos, está velando por alguien más y ayudándole a llevar la carga.
Aunque haya recibido el nombre de José al nacer, es fácil ver cómo Bernabé se ganó su nuevo apodo, que significa “hijo de consolación”. Después de todo, alentar a alguien significa darle confianza. Una persona así es una fuente de seguridad, que anima a los demás y está dispuesta a ayudar de cualquier manera que sea necesaria. Eso es justo lo que Bernabé hacía por tantas personas que entraron en su órbita.
“Siempre encontrarás a personas que están ayudando”.
Hoy en día, cuando buscamos ejemplos de sermones o ilustraciones de enseñanza, tendemos a sentirnos atraídos por los “momentos de pantalla grande” y en los hombres que participaron en ellos. Pero creo con firmeza que Bernabé merece más crédito: tiene mucho que enseñarnos. Y necesitamos reconocer a los hombres y mujeres como él que ya están en los bancos de la iglesia, asegurándose de que todo esté marchando a buen ritmo y funcionando bien.
Como pronosticó Mr. Rogers, he encontrado personas que ayudan en todos los lugares imaginables. Mire a su alrededor, y apuesto a que lo mismo pasa con usted. Están en las guarderías de la iglesia cambiando pañales o en las cocinas preparando una comida. Serán quienes visitan a las personas que viven confinadas en sus casas, o quienes se ofrecen como voluntarios para iniciativas de actividades comunitarias, porque les gusta estar rodeados de personas y ayudar a los demás de cualquier manera que puedan. Ver a estas almas maravillosas llevando a cabo con alegría tareas que otros ignoran, eleva mi espíritu. Su actitud me inspira a ver mis propias labores ministeriales bajo una luz por completo diferente.
Pero las personas que ayudan son hábiles no solo en tareas tangibles. También saben cuándo detenerse y decir una palabra amable a alguien que está sufriendo, o amonestar a un alma que va en el camino equivocado. Y la sabiduría que imparten en esos momentos puede tener tanto peso como cualquier cosa que baje del púlpito.
A diferencia de Pedro, él nunca caminó sobre el agua. No dio testimonio al pie de la cruz como Juan, ni es conocido como un gran maestro como Pablo. Pero Bernabé estaba dando sin cesar lo mejor de sí por la causa del evangelio.
Las personas que ayudan dando aliento no son autoritarias por naturaleza, pero eso no significa que sean manipulables. Por ejemplo, después de una diferencia de opinión en cuanto a su primo Marcos, Bernabé decidió separarse amistosamente de Pablo (Hechos 15.36-41). El apóstol no estuvo dispuesto a dar una segunda oportunidad al joven y llevarlo a otro viaje misionero, pero Bernabé pensaba de otra manera. Tomó una decisión difícil y, como resultado, pudo ser el mentor de Marcos, quien más tarde fue el primero que escribió uno de los cuatro evangelios.
Con el tiempo, Pablo llegó a estar de acuerdo con su viejo amigo. En 1 Timoteo 4.11, escribió a su protegido, diciéndole que viniera pronto y trajera a Marcos, a quien describió como “útil para el servicio”. Sí, las personas piadosas que ayudan saben cómo y cuándo ser valientes cuando se trata de apoyar a otros y, muy a menudo, demuestran que tienen razón a largo plazo.
Se puede adquirir mucha sabiduría de los “Bernabé” que Dios ha puesto en nuestros caminos, pero puede ser fácil pasarlos por alto porque a menudo están haciendo el bien sin llamar la atención. Al igual que Sr. Rogers, debemos estar siempre atentos a las personas que ayudan, observando lo que hacen, y cómo lo hacen, y usar su ejemplo como un modelo para nuestras propias vidas.