¿Qué tanto depende usted de Dios? Deténgase y piense en verdad en esto por un momento. Como cristianos, nos gusta pensar que confiamos por completo en Él, y los domingos por la mañana, con toda sinceridad, entonamos himnos y canciones que expresan nuestra dependencia del Padre celestial. Sin embargo, la evidencia no se encuentra en lo que decimos o cantamos, sino en nuestros pensamientos, acciones y actitudes.
¿Cuál es su primera reacción cuando surge un problema? ¿Se preocupa e inquieta, busca su propia solución o va de amigo en amigo pidiendo consejos? ¿Teme al futuro o se queja con rapidez de sus circunstancias? Aunque el temor es una respuesta natural, y no tiene nada de malo buscar un consejo sabio, cuando hacemos estas cosas sin buscar a Dios primero (Mateo 6.33), por lo general es un indicio de que tenemos problemas para confiar en el Señor. Felizmente, podemos crecer en dependencia de Él, pero el camino que lleva allí puede ser sorprendente. Llegamos a donde Dios quiere que estemos, no por nuestros propios esfuerzos, sino aprendiendo a conocer mejor al Señor a través de su Palabra.
Foto-ilustración de Joe Cavazos
Lo que usted piense acerca del Padre celestial es de vital importancia porque influye en todos los aspectos de su vida. Si no tiene un entendimiento preciso de quién es Él, basado en las Sagradas Escrituras, su visión del Señor cambiará de continuo con sus circunstancias. Cuando la vida esté resultando de la manera que usted desea, se regocijará en su bondad y fidelidad, pero si surgen dificultades y sufrimiento, su fe puede comenzar a flaquear. En lugar de confiar en lo que dice la Biblia sobre el Señor, usted se preguntará: ¿Dónde está Dios? ¿Por qué no responde a mis oraciones? ¿No le importa?
Necesitamos saber que el Señor nunca nos dejará o abandonará, incluso en tiempos de dudas y fracasos. Y eso es justo lo que 2 Timoteo 2.13 (NTV) nos promete: “Si somos infieles, él permanece fiel, pues él no puede negar quién es”. Todos los que hemos creído de verdad en Jesucristo, y le hemos recibido como Salvador, nos hemos unido a Él (Juan 17.21). Incluso si tropezamos y demostramos ser infieles, esta unión indivisible no puede romperse jamás.
El principio de la fidelidad del Todopoderoso es su atributo de inmutabilidad, lo que de forma sencilla significa que Él nunca cambia, siempre es el mismo. Podemos confiar en el Señor en cada situación y en todo momento porque nuestro Dios no es una deidad impulsiva que pueda alterar su favor hacia nosotros en cualquier momento o por cualquier motivo.
El Señor no solo es inmutable, sino que también es omnipotente. Esto significa que tiene el poder necesario para llevar a cabo todo lo que Él ha prometido. Además, nuestro amoroso Padre celestial tiene omnisciencia, es decir, conocimiento y visión completos, y siempre nos cuida de acuerdo con su sabiduría perfecta. Su compromiso con nosotros como sus hijos nunca cambia, aunque nuestras circunstancias nos tienten a dudar de Él.
La Sagrada Escritura es prueba de la fidelidad de Dios. Cada vez que comenzamos a mirar alrededor y a preguntarnos si en realidad Dios es confiable, necesitamos reforzar nuestra confianza con pasajes bíblicos que nos aseguran su fiabilidad. Por ejemplo, Lamentaciones 3.22, 23 (NTV), uno de mis pasajes favoritos, dice: “¡El fiel amor del SEÑOR nunca se acaba! Sus misericordias jamás terminan. Grande es su fidelidad; sus misericordias son nuevas cada mañana”.
Piense en la carta que escribió Pedro a los cristianos que estaban experimentando persecución y toda clase de dificultades. Es posible que les haya parecido que el Señor los había abandonado, pero Pedro les aseguró que ese no era el caso, y dijo a los que estaban sufriendo: “Los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien” (1 Pedro 4.19).
Uno de los medios que Dios usa para enseñarnos a depender de Él, es la dificultad y el sufrimiento. Podemos ser bastante autosuficientes hasta que llega una prueba. Entonces recurrimos al único que puede ayudarnos: el Dios Todopoderoso. Aunque no entendamos lo que Él esté haciendo, cuando miremos hacia atrás podremos ver cómo nos guió el Padre celestial, y cómo nos fortaleció para soportar con paciencia. Durante toda una vida, la evidencia de su cuidado soberano se acumula hasta que solo podemos decir: “¡Dios en verdad es fiel todo el tiempo!”.
No hay nadie más digno de confianza que el Señor. Nada en este mundo creado es absolutamente confiable. La gente nos defraudará, la seguridad financiera se evapora, y las filosofías resultan ser falsas. Pero Dios y su Palabra permanecen para siempre. Si usted duda de esto, considere cómo la fidelidad de Dios ya ha sido demostrada en su vida.
Él le salvó. Esto no es algo que usted merecía o se hubiese ganado. Fue un regalo de la gracia de Dios por medio de la fe. Él no solo cumplió todas las profecías del Antiguo Testamento que predecían la venida del Salvador, sino que también, en el Nuevo Testamento, explicó con exactitud cómo ser salvo. Luego se aseguró de que usted escuchara el evangelio y le dio esta promesa: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16.31). Usted creyó en que esto era cierto, y recibió al Hijo de Dios como su Salvador y Señor. Ahora está seguro como hijo de Dios, y Él nunca le dejará ni le desamparará.
El Señor le asegura su perdón y su limpieza incesantes.“Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1.9). Esta promesa con respecto a la restauración de la comunión con Dios es para cada creyente. No se basa en un sentimiento, sino en la fidelidad del Señor.
Dios le guarda.“Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1.6 NVI). Usted no es salvo por buenas obras, y tampoco puede mantener su salvación por medio de ellas. El que le guarda es el Señor Dios, y Él promete que un día usted estará delante de Él en el cielo, sin culpa y conformado por completo a la imagen de su Hijo (1 Corintios 1.8, 9).
La fidelidad de Dios es nuestro fundamento.Cada creyente ha apostado su futuro eterno a la fidelidad del Dios Todopoderoso. Si Él no es fiel, toda la vida cristiana se empobrece, y nos quedaremos sin esperanza. Pero el Señor es fiel. Él tiene nuestras vidas en sus manos, y nos da la fortaleza para soportar circunstancias difíciles, con esperanza, gozo y gratitud.
Si usted es un creyente que está tambaleándose en su vida espiritual, tal vez sea porque su concepción de Dios es demasiado pequeña. Necesita verlo como el Dios omnipotente e inmutable que reina sobre usted y sus circunstancias. Él siempre se ocupa de sus dificultades y dolor, y usted nunca está fuera de su protección.
Cuanto más grande sea su visión de Dios, mayor será su paz, tanto en los buenos tiempos como en los malos. Él es siempre fiel, y esta es una verdad en la que usted puede confiar, sin importar su situación, por el resto de su vida. Al confiar en Él, no tiene nada que perder —solo su ansiedad y su temor.
Reflexione
A veces, mirar lo opuesto a una verdad nos ayuda a ver su valor. Por ejemplo, ¿cómo sería su vida si Dios no fuera fiel y pudiera cambiar su carácter? ¿Cómo afectaría esto a la fiabilidad de su Palabra? ¿Podría usted estar seguro de sus promesas? Hacer preguntas como estas nos ayuda a ver cuán fundamental es la fidelidad del Señor. Sin ella, todos estaríamos condenados.
Necesitamos un Dios que sea invariable, y en quien podamos tener plena confianza y encontrar descanso. Felizmente, eso es justo lo que Él es. Sin embargo, tenemos que ir más allá de solo conocer esta verdad, y permitirle que influya en la forma en la que vivimos cada día. La fidelidad de Dios debe moldear la forma en la que pensamos, oramos, adoramos, leemos la Palabra y reaccionamos ante las dificultades en la vida.
Por ejemplo, en los siguientes escenarios, ¿cómo cambiaría la manera en la que usted suele reaccionar, si se fiara de su confiable Padre celestial?
Tiene que tomar una decisión importante y no sabe qué hacer.
Está luchando con una tentación y se siente demasiado débil para resistirla.
Se enfrenta a un desafío económico, y pareciera que no hay ninguna salida.
Ore
Padre celestial, confieso que a menudo soy rápido para olvidar tu fidelidad y dependo de mí mismo. Aun así, mi infidelidad nunca anula tu fidelidad. Gracias porque eres un escudo seguro de protección para mí, y bajo tus alas puedo encontrar refugio en las tormentas de la vida. Amén.
Medite
• Deuteronomio 32.3, 4
• Salmo 119.75, 76
• 1 Corintios 10.13
• 1 Thessalonians 5:23-24
• 2 Tesalonicenses 3.3
Póngalo en práctica
Las quejas, la preocupación, el temor y la ansiedad son señales de que una persona no está confiando en Dios. Siempre que las circunstancias le tienten a ceder ante estas emociones y comportamientos, elija no confiar en su propio entendimiento de la situación. En vez de eso, sujétese firmemente a los versículos que le dan una mejor comprensión de Dios y su fidelidad. Cuando su enfoque cambia de sus circunstancias al Señor, todo lo demás mengua en comparación con la gran fidelidad de Dios.