Mientras Tom estaba sentado frente a mí comiendo un sándwich de pescado y papas fritas de McDonald’s, describió con frialdad cómo mataría a Dave. “Ese (improperio) me robó a mi esposa y después se rio en mi cara. Lo he odiado durante diecinueve años. Tengo una pistola cargada sujeta a mi pantorrilla izquierda. Cuando vea a Dave en unas semanas, sacaré el arma y le dispararé al corazón”.
Tratando de actuar con calma, sumergí algunas de mis papas fritas en salsa de tomates y le expliqué las consecuencias de un asesinato de primer grado, como la cadena perpetua. Me dijo que lo que pensaba hacer valdría la pena. Tom acababa de convertirse en cristiano, así que apelé a la Biblia y al ejemplo de Jesucristo. Él se ablandó un poco. Leí Mateo 18.21-35, la parábola del siervo implacable, y hablamos de cómo Jesucristo había perdonado los numerosos pecados pasados de Tom. Una profunda tristeza se apoderó de su rostro, dejó escapar un suspiro, y exclamó: “De acuerdo, pero ¿cómo? ¿Cómo se puede perdonar a alguien que te ha arruinado la vida?”.
"¿Cómo se puede perdonar a alguien que te ha arruinado la vida?”.
Durante mis veintisiete años en el ministerio pastoral y de predicación, he escuchado y dado muchos sermones sobre perdonar a otros, la mayoría de los cuales tocan los siguientes puntos:
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Los pecadores a menudo pecan el uno contra el otro.
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Con base en la Biblia y en el ejemplo de Jesucristo, debemos perdonar a los demás.
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Perdonar a otros nos beneficiará; no perdonar nos perjudicará.
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De vez en cuando, los predicadores enumeran algunos conceptos erróneos sobre el perdón –por ejemplo, que perdonar no significa condonar el pecado.
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Por lo tanto, perdonemos a los demás.
Aunque apoyo esta lista, creo que Tom destacó una pieza faltante: el cómo del perdón. ¿Cómo se pasa desde el punto 1 (de la profunda herida) al punto 5 (al verdadero perdón)? Por supuesto, es esencial aprender o volver a aprender los puntos 2 al 4, pero eso no siempre guía a personas como Tom (o como yo) a través del difícil proceso del perdón para gente real con heridas profundas.
Lo que dicen los pastores acerca del perdón
Tenía una sospecha sobre esta pieza faltante, así que realicé un pequeño experimento. Desde luego, no fue un análisis estadístico riguroso. Empecé a hablar con tres grupos de personas: pastores que predican acerca del perdón, cristianos que escuchan sermones acerca del perdón, y consejeros cristianos que hablan con sus clientes sobre su lucha para perdonar. Este fue mi hallazgo: hay un abismo entre lo que dicen los predicadores, y lo que mucha gente necesita escuchar sobre el perdón.
Hay un abismo entre lo que dicen los predicadores, y lo que mucha gente necesita escuchar sobre el perdón.
Reuní la mayor cantidad de información sobre mis colegas pastores. Envié una encuesta a los pastores de todo el país, pidiéndoles que clasificaran diez facetas del perdón en una escala del 1 (“no importante”) al 5 (“muy importante”). Las 154 respuestas fueron reveladoras. Las siguientes tres declaraciones dominaron lo que los pastores en verdad quieren decir en cuanto al tema:
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Perdonamos porque Dios nos ha perdonado (el 90% dijo que era “muy importante”).
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Jesucristo dio la orden clara de perdonar a los demás (el 85% dijo que era “muy importante”).
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El perdón es una opción (el 61% dijo que era “muy importante”).
Los otros siete puntos, incluyendo “Enseñanza sobre el cómo del perdón”, “Explicación sobre la dificultad del perdón” y “Uso de historias reales sobre la lucha por el perdón”, se desplomaron hasta el 30% del rango “muy importante”.
No es de extrañar, entonces, que uno de nuestros mejores sermones por uno de nuestros mejores predicadores en PreachingToday.com (donde trabajo) en realidad no abordara la pregunta de Tom. El sermón tiene la siguiente sólida introducción: “De acuerdo con la presentación bíblica de la vida, no podemos huir de la necesidad del perdón en un mundo caído... y [para crecer] en nuestra capacidad de perdonar a los demás. Pero ¿cómo?”. Sin embargo, el predicador apenas toca esa pregunta. En cambio, después de explicar con detenimiento un largo texto bíblico, concluye con una desgarradora ilustración verdadera en la que una mujer perdonó a un delincuente que la había torturado, y que luego trató de matarla. Cuando se le preguntó por qué lo perdonó, ella respondió: “Bueno, lo perdoné porque mi Dios me perdonó a mí. Así de sencillo”.
Lo que la gente necesita escuchar sobre el perdón
Para muchos, por desgracia, el perdón no es tan sencillo. La escritora Elizabeth O’Connor ha detectado este abismo entre los pastores y sus congregaciones: “A pesar de los cientos de sermones sobre el perdón, no perdonamos con facilidad a los demás, ni a nosotros mismos. El perdón, descubrimos, siempre es más difícil de lo que dicen los sermones”. Como señaló con pesar Philip Yancey: “El perdón es penosamente difícil... El perdón es un acto no natural”.
“El perdón, descubrimos, siempre es más difícil de lo que dicen los sermones”.
He tenido mis propias luchas a lo largo del camino, pero también tengo un montón de amigos que todavía están en el camino “penosamente difícil”: Susan, víctima de un “ministerio” cristiano que robó $25.000 de capital inicial donado para un proyecto cinematográfico que honra a Dios; John, un amigo nigeriano que ha visto a extremistas musulmanes dinamitar a civiles inocentes y poner una recompensa por su cabeza; Robert, un pastor cuyo hijo fue asesinado; Aimee, una maestra que fue despedida de su escuela privada, aunque era la persona más calificada en su departamento; o William, un joven cuyo padre biológico lo abandonó a él y a su madre. ¿Cómo pueden llevar a cabo estas personas el “acto no natural” del perdón?
Mi amiga Sheli tiene un gran número de seguidores en las redes sociales, así que le pedí que me ayudara a iniciar un diálogo. Cuando publicaba preguntas sencillas, como “¿Qué es lo más difícil en cuanto al perdón?”, la gente rara vez criticaba la clara enseñanza de la Biblia sobre el tema; entendían lo que enseña Jesucristo en pasajes como el Padrenuestro (Mt 6.12). Pero enfatizaban que el camino hacia el perdón total a menudo está lleno de desgarradores reveses, dolor y lamentación.
Piense en los comentarios siguientes sobre la parte más difícil del perdón:
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“A veces se necesita mucho, mucho tiempo para perdonar, incluso cuando uno en verdad quiere hacerlo”.
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“Perdonar a alguien es más difícil de lo que esperaba”.
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“Es un proceso continuo. Viene poco a poco, y puede tomar años”.
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“Uno necesita experimentar los sentimientos difíciles, para tener algo que perdonar cuando lo haga”.
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“El perdón es un proceso continuo. Cada día vengo al pie de la cruz y entrego mi carga”.
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“El perdón no significa que no tengamos momentos oscuros... o días... pensamientos que tendremos que vencer más de una vez”.
Es justo decir que la mayoría de los predicadores se enfocan en el mandamiento y en la decisión de perdonar a los demás —ambos son cruciales. Después de todo, la Biblia es clara sobre este punto: “Soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros... como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Col 3.13 LBLA). Pero la mayoría de los cristianos necesitan ayuda con el largo, difícil y aparentemente inalcanzable proceso del perdón.
Cómo encontrar la pieza que falta
Volvamos a la pregunta de Tom: ¿Cómo puedo perdonar? Como pastor, he descubierto que mis amigos consejeros cristianos sirven como aliados útiles. A veces, ellos ven lo que los pastores no podemos ver: la manera en que las personas luchan por aplicar nuestros sermones serios y bíblicos sobre el tema. Esto no debería sorprendernos, ya que, basándome en mi encuesta a los predicadores, reconocemos que en nuestros sermones damos una prioridad menor al cómo del perdón.
Cuando le pregunté a mi amiga psicóloga, la Dra. Sandy K., en cuanto a lo que había visto en su práctica profesional, me dijo: “Con frecuencia, la gente se apresura a perdonar. Quieren ‘hacerlo y ya’, para calmar la situación. Pero el perdón verdadero implica reconocer y sentir el aguijón de lo que se perdió. Las personas heridas, los pastores y la gente buena de la iglesia a menudo coinciden, sin querer, en tratar de esquivar ese proceso, porque es demasiado doloroso”.
El Dr. Jeff M., otro consejero cristiano que respeto, estuvo de acuerdo con esta afirmación. Asevera: “Perdonar implica afligirse de verdad, y a veces eso significa enfrentar sentimientos difíciles como la ira. Los cristianos, con frecuencia, tienen miedo de sentir ira, así que saltan a la falsa piedad de un perdón rápido pero superficial sin abordar el dolor y la ira”. (Sin embargo, Jeff también advirtió que nuestro orgullo y santurronería podrían mantenernos atrincherados en este proceso de aflicción).
Creo que tanto Jeff como Sandy estarían de acuerdo con el Dr. Robert Karen, un veterano psicólogo clínico que afirma que los cristianos a veces “oscurecen” al perdón con un enfoque “que ignora los sentimientos humanos normales”. Pero la Biblia no ignora los sentimientos normales —basta leer algunos salmos de lamentación (como los Salmos 13 y 55), o incluso un salmo imprecatorio (como el Salmo 137). Y en vez de ignorar los sentimientos normales, el escritor de Hebreos dice de Jesucristo: “En los días de su vida mortal, ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas” (He 5.7 NVI). Tristeza, enojo, abandono, traición y dolor: nuestro Señor conoce todos estos “sentimientos normales”.
Cómo combinar las verdades
De modo que dos verdades bíblicas están una al lado de la otra: Dios nos ordena (no es una sugerencia) que perdonemos a otros como hemos sido perdonados en Cristo: y Él entiende el difícil proceso de avanzar hacia la santificación en Cristo. ¿Cómo funcionan esas dos verdades juntas?
El perdón verdadero implica reconocer y sentir el aguijón de lo que se perdió.
He aquí una historia que puede ayudar. Es posible que usted no reconozca el nombre Phan Thi Kim Phuc, pero es probable que lo haya visto. El 8 de junio de 1972, Nick Ut, un fotógrafo estadounidense de 21 años, tomó una foto en blanco y negro de Kim corriendo desnuda y aterrorizada por un camino de tierra en Vietnam; su pueblo y su cuerpo habían sido abrasados por una bomba de napalm. Ut dejó su cámara a un lado y se apresuró en llevar a Kim, de 9 años de edad, a un hospital, donde los médicos le salvaron la vida. Pero el avance hacia la sanidad física y espiritual de Kim tomaría décadas.
Más tarde en la vida, Kim llegó a conocer a Jesucristo, pero luchaba seguía luchando por perdonar a quienes la habían dañado tan profundamente. En su conmovedora autobiografía, Fire Road, [Camino de fuego] comparó la amargura en su corazón con una taza desbordante de lodo negro. Un día escuchó al Señor decir: “Kim, tienes que verter el lodo negro. Día a día, poco a poco, hasta que no haya más oscuridad”. Siempre que esa orden parecía imposible, recordaba las instrucciones de Dios: “día a día, poco a poco”.
Pero no fue fácil. “A veces, en un momento de debilidad, me hacía amiga de mi amargura otra vez... Sentía que el nivel del lodo más negro se elevaba en mi alma, y pensaba: ¿Por qué lo hice otra vez?”. Con el tiempo, notó que el lodo estaba retrocediendo. “Estaba siendo llenada con algo bueno”, dijo. “Y todo era del Señor; Él me estaba llenando con agua limpia, perfecta y pura... Yo no solo estaba diciendo que quería ser más como Cristo; por su poder, esta transición, en realidad, estaba ocurriendo”.
Los cristianos a veces “oscurecen” al perdón con un enfoque “que ignora los sentimientos humanos normales”.
Como Kim, en mi experiencia como luchador con el perdón, y como pastor de otros luchadores, rara vez perdonamos de una vez por todas en nuestro primer intento. Mientras mi amigo Robert (el pastor cuyo hijo fue asesinado) relataba su camino hacia el perdón, noté que seguía usando frases como “el Señor estaba trabajando en mi corazón... el Señor seguía moviéndose en mi corazón”. Luego dijo: “Porque el perdón no solo es difícil; es imposible sin el Señor”.
Esa podría ser la clave. Algunas personas resultan lastimadas y cierran su corazón al Señor. Para ellas, el lodo negro de la amargura nunca desaparece. Otras resultan heridas, pero abren su corazón al Señor. Durante el tiempo que sea necesario, siguen trayendo el dolor, la ira y la tristeza a Cristo. Siguen trayendo eso a su iglesia, también, pidiendo oración, hablando de ello, trayendo el lodo a la luz. Día a día, poco a poco, eso retrocede y es reemplazado por una fuente de perdón.
Poco antes de morir en 1963, C. S. Lewis relató su historia personal de su perdón a un cruel maestro de escuela que había ensombrecido su infancia. “Llevaba años intentando hacerlo”, confesó, “[pero] cada vez que creía que lo había hecho, me daba cuenta de que, después de más o menos una semana, tenía que intentarlo de nuevo”. Y entonces, de repente, el perdón se quedó para siempre”. Lewis dijo que era similar a aprender a andar en bicicleta: “el momento en que sucede parece tan fácil, y uno se pregunta por qué diantres no lo hizo hace años”.
He perdido el contacto con Tom, pero Cristo ayudó a apagar el odio de su corazón. Una semana después de nuestra conversación en McDonald’s, Tom me dijo: “Guardé el arma, y comencé a pedirle a Cristo que me ayudara a liberarme de la amargura. Creo que entendí su punto”.
Me alegró escuchar eso, pero, por supuesto que no era mi punto. Siempre fue el punto de Jesucristo. Él es la verdadera respuesta a la pregunta del cómo. Sí, el camino hacia el perdón total y permanente a menudo se siente largo y solitario. Pero Aquel que dio la orden camina siempre a nuestro lado. ¿Dolorosamente difícil? Sí. ¿No natural? Sí. ¿Imposible? No con Dios a nuestro lado.
TOMANDO EL PRIMER PASO
El camino hacia el perdón puede ser un viaje largo, pero hay pasos o etapas específicas en el camino. Con base en la Palabra de Dios y el sabio consejo de pastores y terapeutas cristianos, estos son algunos de los pasos más mencionados:
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Diga la verdad sobre el dolor. No lo minimice ni lo excuse. Si sucedió algo doloroso, diga en qué consistió.
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Sienta el dolor. El Dr. David Stoop escribe: “Un paso esencial en el proceso del perdón es que lloremos lo que se ha perdido”. La ira, a menudo, acompaña al proceso del dolor. Tómese el tiempo para compartir su dolor y su ira (en forma verbal o escrita) con alguien en quien confíe.
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Empatice con su abusador. El Dr. Everett Worthington, un destacado investigador cristiano sobre el perdón, sugiere que finja que la persona que le hirió está sentada en una silla vacía frente a usted. Derrame su corazón a esa persona. Después, siéntese en su silla. Trate de ver el mundo desde su perspectiva, y hable consigo mismo. Esto le ayudará poco a poco a ver por qué la otra persona puede haberle hecho daño.
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Bendiga al ofensor. Encuentre incluso una manera pequeña y sincera de desearle bien al ofensor. Si es posible, halle una manera de hacer o dar algo para bendecir a su ofensor.
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Dé el regalo del perdón. El Dr. Worthington llama a esto el “regalo altruista” del perdón. Todos podemos recordar cuando alguien nos perdonó. Nos sentimos livianos y libres. Cuando perdonamos, le damos el mismo regalo a otra persona.
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Comprométase a perdonar. Una vez que haya perdonado, escriba una nota para usted mismo, algo tan sencillo como: “Hoy perdoné a [nombre] por el daño que me hizo”. Cuando sienta la tentación de volver a caer en el resentimiento, lea de nuevo la nota.
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Pida oración con frecuencia. El perdón requiere el poder de Dios. Necesitamos tanto la presencia de Jesucristo como el apoyo de la comunidad cristiana. No hay mejor manera de unir esas dos cosas, que reconocer nuestra necesidad y pedir oración.
Fotografía por Los Voorhes