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Hechos para la montaña

Cuando elegimos la comodidad en vez de confiar en Dios, perdemos la vida abundante que Él prometió.

Charles F. Stanley 2 de marzo de 2023

El Señor me ha permitido viajar a muchos lugares increíbles, pero hubo un viaje a Jamaica que realmente se destaca en mi mente porque me enseñó una valiosa lección sobre la vida cristiana. Durante mi estadía en esa hermosa isla, un pastor local me invitó a acompañarlo a subir una montaña para conocer un anciano diácono de su iglesia. El camino era tan estrecho y accidentado que tuvimos que viajar a paso de tortuga.

Mientras ascendíamos, nos detuvimos en varias casitas para preguntar cómo llegar. Cada persona decía lo mismo: “¡Suban más alto!”.

Mientras ascendíamos, nos detuvimos en varias casitas para preguntar cómo llegar. Cada persona decía lo mismo: “¡Suban más alto!”. Finalmente, en la cima de la montaña, encontramos al anciano diácono sentado tranquilamente en su porche. Qué entorno tan apropiado para este fiel servidor que se había pasado la vida ascendiendo en su relación y servicio a Cristo. Poco después de aquella visita, me enteré de que el Señor le había llamado a ir aún “más alto”, a su hogar celestial.

Dios nos creó para subir. Esa es una de las razones por las que me gustan tanto las montañas: me recuerdan nuestro viaje espiritual. Como dijo el apóstol Pablo: “Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3.14). El Señor tiene un propósito para cada uno de nosotros, pero nunca lo descubriremos en las tierras bajas de este mundo. Para cumplir con nuestro llamado, debemos movernos siempre hacia arriba en relación y obediencia a Él. La meta de nuestra vida debe ser hacernos eco de Pablo, quien dijo: “Prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual también fui asido por Cristo Jesús” (Fil 3.12).

David fue otro hombre que entendió el concepto de ascender espiritualmente. Fue durante uno de los períodos más difíciles de su vida cuando alcanzó un punto culminante en su relación con el Señor. Durante muchos años, estuvo huyendo, escondiéndose en el desierto del rey Saúl. Los salmos que escribió en aquellos años están llenos de imágenes de sus experiencias en las fortalezas de las montañas. En el Salmo 18.33, David utilizó estas palabras para describir el cuidado y la provisión de Dios: “Hace mis pies como de ciervas, y me hace estar firme sobre mis alturas”.

Dios le está llamando a ascender. Puede haber luchas, incomodidad e incertidumbre, pero el resultado valdrá la pena. Una cierva es un ciervo pequeño cuyos pies están especialmente diseñados para conducirse por las montañas. De manera similar, el Señor ha equipado a cada creyente con pies espirituales que están perfectamente adaptados para “una vida superior” en su presencia y propósito. Todos estamos llamados a escalar, pero la pregunta es: ¿Nos arriesgaremos a dejar las comodidades de la tierra baja?

Debemos ascender para cumplir el propósito del Señor. Todo lo que se necesita para vivir en el valle es una falta de voluntad para rendirse a Dios. ¿Ha colocado usted un letrero de “Prohibido el paso” en algún área de su vida? ¿Está viviendo para su comodidad, holganza y placer en vez del propósito del Señor? Las tierras bajas están llenas de cristianos que se han conformado con una existencia segura en lugar de los desafíos de seguir a Cristo a la montaña de su voluntad. Otros comenzaron a ascender, pero luego se detuvieron a mitad de camino. Desde entonces viven en una cómoda meseta.

Una vez, cuando visité las montañas libanesas con otras 40 personas, fui testigo de lo que sucede cuando no logramos seguir adelante. Veintiséis de nosotros queríamos escalar la montaña, pero el resto de la gente decidió quedarse en la base para disfrutar de un refrigerio. Mientras nuestro grupo ascendía, nos detuvimos en un área de descanso para reponer fuerzas. En ese momento, 22 de los escaladores decidieron que ya habían ido demasiado lejos. Querían quedarse en la meseta y descansar. Eso nos dejó a solo cuatro de nosotros para llegar a la cima.

A medida que nos acercábamos a la cumbre, el seco paisaje desértico fue sustituido por una nieve refrescante. Nos reímos, nos lanzamos bolas de nieve y tomamos unas fotos estupendas. Sin embargo, cuando finalmente bajamos y nos reunimos con la gente de la meseta, nos dimos cuenta de que no estaban tan entusiasmados con la expedición como nosotros. Y los que estaban al pie de la montaña no mostraban ningún entusiasmo. Habían elegido la comodidad y se habían perdido la alegría.

La vida abundante llega solo a quienes salen de su zona de comodidad para ascender más alto con Dios. ¿Qué le está pidiendo el Señor que haga? ¿Le está llevando a renunciar a algo que quiere controlar, a aceptar una situación que quiere que cambie, o a hacer algo que no quiere hacer? Todos estos son indicios de que Él le está llamando a ascender. Puede haber luchas, incomodidad e incertidumbre, pero el resultado valdrá la pena.

Escalar requiere una fe audaz. Una de las razones por las que muchos creyentes se resisten a subir más alto con el Señor es por los riesgos. Por ejemplo, supongamos que Dios le pide que dé más generosamente a su iglesia. Desde tu perspectiva, ser obediente podría no valer la pena enfrentar un futuro financiero incierto. O tal vez Él le está llamando a servir en un área en particular, pero se sientes inadecuado y piensa: ¿Y si fracaso y es motivo de humillación para mí?

Escalar con Dios siempre ensancha nuestra fe. ¿Ha visto usted alguna vez a escaladores profesionales enfrentarse a acantilados rocosos verticales? Anclan sus cuerdas en la roca, se impulsan y se balancean en el aire para alcanzar el siguiente punto de apoyo. A veces, así es como se siente cuando obedecemos al Señor en una tarea desafiante. Un salto de fe puede parecer arriesgado, pero en realidad, cada acto de obediencia está firmemente anclado en Él. Cristo, la Roca, nos sostiene y promete llevarnos sanos y salvos.

Otro problema que enfrentaremos en el viaje ascendente es que las nubes desciendan y bloqueen nuestra vista. Entonces no podemos ver dónde estamos ni saber adónde ir. A veces las “nubes” son el resultado de nuestro propio pecado, que nos impide ver el camino de Dios, pero también hay veces que el Señor las trae para probarnos. Cuando no podemos ver claramente nuestro camino, tenemos que confiar en que Él nos guiará. Es entonces cuando Él nos da su Palabra para iluminar nuestro camino un paso a la vez (Salmos 119.105).

Las montañas son lugares de recogimiento con Dios. Crecer en el Señor no se trata solo de servicio. A veces, simplemente necesitamos sentarnos en silencio y de estar en su presencia. Cuando yo estoy solo en una montaña, todas las distracciones quedan atrás y puedo oír lo que antes era inaudible para mí: una brisa que agita las ramas de los árboles, el burbujeo del agua en un arroyo o el canto de las aves. También tengo una mejor perspectiva de lo que me rodea. Veo el panorama general en lugar de estar cerrado por el valle.

Eso es exactamente lo que nos sucede espiritualmente cuando dejamos las distracciones de este mundo y ascendemos a un lugar de recogimiento con el Señor. Cuando leemos su Palabra y oramos, podemos escuchar su voz suave y apacible hablando directamente a nuestros corazones. Él nos ayudará a ver nuestras circunstancias desde su perspectiva eterna, y a entender su camino con mayor claridad.

Lo que quiero que comprenda es que viajar con Dios es la búsqueda más valiosa en esta vida. Él estará con usted en cada paso del camino para alentarle, levantarle cuando tropieces, y darle fuerza en los momentos de debilidad. Y uno de estos días, cuando hayas terminado tu ascenso y esté finalmente en casa, estará de pie ante Él y escuchará estas palabras de Mateo 25.23 (NVI): “¡Hiciste bien siervo bueno y fiel!

Adaptación del sermón en inglés "Made for the Mountains" de Charles F. Stanley.


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