Alex Montanando pensaba que era cristiano; después de todo, desde su infancia solo había faltado a misa una vez. Luego, un profesor en la universidad lo invitó a un estudio bíblico. Cuando aprendió sobre el pecado y la necesidad del perdón, Alex sintió la convicción del Espíritu Santo de que nunca se había arrepentido de verdad.
Fotografía por David Hogsholt
Al enterarse, su padre lo golpeó y lo echó de la casa. Pero, como una nueva criatura, Alex sintió que podía perdonarlo. Con el tiempo, los dos se reconciliaron y el padre aceptó la decisión de su hijo, incluso cuando Alex dio un paso más y se convirtió en pastor.
Ahora, décadas más tarde, la fe que encontró de joven ha sido transmitida a la siguiente generación. Los hijos adultos de Alex se han unido a él en el trabajo del ministerio. Y aunque cada uno de ellos tuvo sus propias luchas para aceptar la fe en Cristo, están agradecidos por el ejemplo de su padre.