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Dos apreciaciones: La sabiduría de Dios

¿Cómo la dirección divina cambia nuestra vida?

19 de septiembre de 2022

Cada mes pedimos a dos escritores que reflexionen sobre una cita del Dr. Stanley. En septiembre, C. Lawrence y John VandenOever comentan un extracto del sermón del Dr. Stanley: “Cómo adquirir sabiduría divina”. 

Una de las cosas más sabias que usted puede hacer antes de levantarse de la cama cada mañana, es pedirle a Dios que le dé sabiduría. Usted no sabe lo que le deparará el día. No tiene idea. Aunque lo planee todo, aunque planifique su agenda hora por hora, día con día, nadie sabe lo que puede pasar mañana. Todos necesitamos sabiduría, o sea, necesitamos la perspectiva de Dios para lo que hacemos, para nuestros planes y nuestra forma de vivir, porque no sabemos lo que pueda suceder.

Fotografía por Jonathan Todryk

Primera apreciación

por C. Lawrence 

Nunca dejaremos de preguntarnos: ¿Qué quieres que haga, Señor? La vida es difícil, por decirlo con palabras sencillas, y hay demasiadas cosas sin un libro de instrucciones sobre cómo debemos reaccionar. Es algo como para ponerse a pensar, teniendo en cuenta la frecuencia con la que clamamos a Dios como si lo pidiéramos a gritos, solo que, sin voz para tronar, o incluso susurrar muy bajo. En respuesta, todo lo que recibimos son los crujidos y estallidos de un viejo edificio que se adapta al clima. Excepto por una cosa: así no es como funciona la relación en absoluto.

El Señor no está lejos más allá de las nubes, atendiendo a tareas más agradables y a personas más santas: está aquí con nosotros mientras rastrillamos hojas, nos tumbamos de espaldas para ver los fuegos artificiales, cambiamos pañales, asamos salchichas, pasamos por el divorcio, hablamos con amabilidad a extraños, confesamos nuestro dolor al terapeuta, salimos a caminar por la noche, servimos a los necesitados, nos secamos después de nadar, y mucho más. Él está con nosotros en todas partes y en todo lo que hacemos, más cerca de nosotros que nuestros propios corazones. Entonces, ¿por qué discernir la voluntad de Dios es visto como un misterio?

Los planes de Dios no son como los nuestros, y su sabiduría no es una simple versión divina de lo que compartimos los unos con los otros a partir de nuestras experiencias de vida. La sabiduría de Dios es del todo diferente y opera a la manera del reino, no según las leyes y las reglas humanas (Isaías 55.8, 9). Consideremos cómo el Señor Jesús, mediante parábolas, enseñaba lecciones multidimensionales que muchas veces dejaban confundidos a sus oyentes. Pensemos en cómo el pueblo de Israel, a pesar de estar bien versado en las antiguas profecías, no reconoció al Mesías cuando estuvo en medio de ellos. Reflexionemos sobre cómo, yendo de pueblo en pueblo, sus discípulos se sorprendían una y otra vez por lo que le veían hacer.

Buscar la dirección de Dios, aún de las maneras más sencillas, puede ser incluso una expresión de fe y confianza. Pero tenemos que recordar la verdadera razón por la que lo hacemos: no solo para trazar un mejor camino a seguir, sino para unirnos cada vez más con Él. Para que nuestra conexión con Dios se profundice hasta que dejemos de temer a lo que pueda ocurrirnos. ¿No es eso lo que nos preocupa, en todo caso? ¿Equivocarnos? ¿Sufrir las consecuencias de una mala elección o de una oportunidad perdida?

Amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas es, en última instancia, renunciar a nuestra vida. Lo que tenemos ahora ante nosotros es la oportunidad de caminar tan cerca de Dios que podamos percibir el más sutil de sus movimientos, siguiéndole con la cercanía de un amigo querido, tal como hicieron los discípulos, confiando en Él para que nos guíe al paraíso.

La voluntad de Dios no es un misterio. Está establecida en las Sagradas Escrituras: un llamado que compartimos todos los creyentes, sin perjuicio de nuestros caminos y particularidades. Su voluntad es que lo busquemos y prefiramos por encima de todas las cosas, incluso de la vida misma (Mateo 22.36-38). Que entreguemos nuestras vidas para poder encontrar de verdad su voluntad. Por supuesto, preguntémosle cómo hacerlo en cada momento, en cada paso del camino, recordando siempre por qué lo hacemos.

 

Segunda apreciación

por John VandenOever

El reto financiero de enviar a un hijo a la universidad apenas lo podía afrontar. Es decir, hasta que llegó el momento de enviar a nuestro segundo hijo dos años después. Veía pocas esperanzas de cubrir el costo de la matrícula, el alojamiento y la comida, y el peso de esta carga comenzó a abrumarme.

Al llevar estas preocupaciones a Dios, volví a recordar mi debilidad, no solo en este momento de crisis, sino en todo momento y en todos los sentidos. Cada día lucho contra nuevos desafíos; algunos parecen pequeños, otros insuperables, pero todos están teñidos de incertidumbre.

El camino a seguir es buscar a Dios como mi Padre sabio y amoroso que quiere que experimente la bondad, el cuidado y la sabiduría que Él trae. El Salmo 143.10 (LBLA) lo expresa de esta manera: “Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen Espíritu me guíe a tierra firme”. El cambio viene a través de Él, no a través de mi sabiduría o habilidades.

En los momentos difíciles, es en especial reconfortante saber que Dios existe fuera del tiempo. Él conoce el futuro. El Salmo 139.4, 5 saca a la luz esta verdad: “Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano”.

Mientras hablaba con Él sobre nuestras necesidades, podía reírme y decir: Tú ya sabes lo que hay al otro lado de esto. Tú sabes lo que vas a hacer; yo solo necesito esperar y hacerle frente. Y, de hecho, Él nos sacó a flote. A menudo no puedo precisar cómo cuida Dios de mí, pero lo hace con toda seguridad. 

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