Vestimentas coloridas, costuras ornamentadas, oro y piedras preciosas: los sacerdotes del antiguo Israel se vestían de una manera que podría parecernos muy llamativa, sobre todo si asumimos que es “santo” o “espiritual” ignorar la apariencia personal. Pero Dios mismo determinó el vestuario sacerdotal y ordenó que sus diseños se cumplieran al detalle. Sus órdenes tienen un profundo significado para nosotros hoy, cuando los entendemos en relación con el Nuevo Pacto.
Ilustración por Vincent Mahé
Contexto
Mientras la nueva nación hebrea viajaba por el Sinaí, Dios les estaba enseñando a adorarlo, conocerlo y amarlo. Les había dado instrucciones sobre cómo construir el altar y el tabernáculo donde se presentarían ante Él. Luego, le dijo a Moisés cómo debían vestirse los sacerdotes que servirían en el tabernáculo.
Lea
Reflexione
¿Cómo nos consuela un Dios perfecto y que a la vez exige nuestro respeto?
Los sacerdotes servían en nombre de su pueblo. Su sagrado trabajo de ofrecer sacrificios y hacer expiación por el pecado se llevaba a cabo a la vista de Dios y de los israelitas. ¿Qué cree usted que era, entonces, la intención de Dios cuando dijo que sus vestiduras sacerdotales eran “para gloria y hermosura” (Ex 28.2 NBLA)? ¿Para la gloria de quién? ¿Y por qué era importante la hermosura? Considere el efecto de la vestimenta en quien la lleva y en quien observa, y cómo podría eso mostrar respeto por el Dios santo.
Las vestiduras debían ser confeccionadas por “hábiles artífices, a quienes Yo [Dios] he llenado de espíritu de sabiduría”. ¿Por qué la habilidad sola no era suficiente? ¿Qué le dicen los versículos 2-4 sobre la relación entre santidad, hermosura, habilidad y sabiduría?
El Señor dio instrucciones detalladas para hacer el efod (Ex 28.6-14), el pectoral (Ex 28.15-30), la túnica (Ex 28.31-35) y la diadema (Ex 28.36-38). Para cada elemento, identifique algo práctico en su diseño, así como algo decorativo.
Luego dio especificaciones para la túnica, el turbante, el cinto, la mitra y la ropa interior (Ex 28.39-42).
Continuación
Del estudio En tiempos de Moisés, solo Aarón y su descendencia podían servir como sacerdotes, para interceder por el pueblo. Pero ahora, los creyentes en Cristo hemos sido limpiados por su sangre y cada uno forma parte de su sacerdocio.
El sacerdocio israelita fue un precursor del Cuerpo de Cristo [los creyentes], a quien el apóstol Pedro llama “sacerdocio real” (1 P 2.9). Teniendo eso en mente, lea Gálatas 3.26, 27.
A la luz de su condición de creyente, reconsidere las vestiduras que Dios describió a Moisés. ¿De qué manera refleja usted ante los demás —y ante usted mismo como el “portador”— un atuendo que sea “santo” y “para gloria y hermosura” (Ex 28.2)? Como alguien que está “vestido” de Cristo (Ro 13.14), ore a Dios sobre cómo hacer que su andar sea más consistente con Él.
Además de relacionarse con la gloria, la hermosura, la habilidad, la sabiduría y la practicidad, las vestiduras de Aarón también llevaban recordatorios de: El pueblo de Dios (los nombres de las tribus); su voluntad (el Urim y Tumim); peligro y riesgo (las campanas); juicio (el pectoral); y consagración. ¿Puede usted asociar alguna de estas ideas con un aspecto de su vida en Cristo?
Reflexione
Vestirse de Cristo (Ro 13.14) inicia nuestra transformación a su semejanza perfecta.
El sacerdocio aarónico vestía ropas elaboradas con mucho detalle, hechas de materiales terrenales. Hoy, sin importar la tela o los adornos, siempre estamos vestidos con la perfección espiritual de Cristo, nuestro Señor y Salvador.