Recuerdo estar sentada frente a mi médico, pensando en todas las bananas que me había comido en los últimos meses, una casi todos los días. Tan solo pensé que había descubierto un nuevo bocadillo favorito. Pero resulta que mis niveles de potasio estaban muy bajos, y uno de mis medicamentos lo estaba reduciendo aún más a un nivel casi peligroso. Todo esto estaba ocurriendo en mi interior mientras yo por dicha ignoraba lo que ocurría mientras el Padre celestial se aseguraba de que anhelara un alimento rico en potasio para proteger mi cuerpo del peligro. Ese momento en el consultorio de mi médico dejó una huella en mí, y desde entonces, me he sentido confiada no solo en la sabiduría de la creación de Dios, sino también en su control absoluto.
Destellos como este a lo largo de mi vida se han ido mezclando para formar una imagen de Dios. Siempre pequeños destellos, nunca una visión completa. Así es como Él se ha presentado a sí mismo por siglos: en una zarza ardiente a Moisés (Éxodo 3.2), en una columna de nube a los israelitas (Éxodo 13.22), en un trono, con sus faldas llenando el templo, a Isaías (Isaías 6.1). Una vez Él le dijo a Moisés: “No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá” (Éxodo 33.20). Reunir destellos es la forma en la que experimentamos su gloria en la Tierra.
Reunir destellos es la forma en la que experimentamos la gloria de Dios en la Tierra.
Se podría pensar que esta dinámica pondría distancia entre nosotros y nuestro Creador, pero la intimidad con Él no depende de una comprensión exhaustiva de todo lo que Él es. De hecho, apenas unos versículos antes de que Dios le dijera a Moisés que ninguna persona viva podía ver su rostro, la Sagrada Escritura dice: “Hablaba Jehová a Moisés cara a cara” (Éxodo 33.11). Aquí la frase cara a cara tiene un sentido figurado, describiendo la transparencia y la confianza de la relación entre ellos. La plenitud del Dios del universo puede no ser perceptible, pero Él sigue estando cerca de nosotros. Tan cerca de mí como lo está mi propio cuerpo, sentada allí con mi médico: su protección y cuidado son tan palpables y dulces como una fruta madura.
La plenitud del Dios del universo puede no ser perceptible, pero Él sigue estando cerca de nosotros.
En su sermón titulado “Cómo conocer a Dios”, el Dr. Stanley pregunta: “Si la única cosa que otras personas saben acerca de Dios es lo que ven de Él demostrado en usted, en su vida diaria, ¿cuánto saben ellas acerca de Dios?”. Al responder esta pregunta, es importante recordar cómo experimentamos al Señor. A veces tomamos versículos como Mateo 5.16 —“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”– para implicar que somos responsables de mostrar la totalidad del Señor Jesús a quienes nos rodean. Pero si en este mundo, donde solo es posible ver la espalda de Dios o escuchar su susurro, ¿qué es exactamente lo que reflejamos? ¿Qué tal si solo estamos llamados a demostrar destellos de Dios y de su carácter?
Es tentador ver esta forma de pensar como tranquilizadora, o incluso como si dudáramos de lo que Dios puede hacer por medio de una persona. Pero cuando pienso en los momentos en los que he sido testigo de su misericordia, su ternura y su perdón, no me parecen insignificantes en absoluto. De hecho, cuando otros me han dado destellos de quién es Dios, eso ha sido monumental, estupendo y de valor incalculable. La verdad es que nunca reflejaremos la plenitud del Creador a las personas en nuestra vida —solo el Señor Jesús puede hacer eso. Pero mientras vivamos, estamos autorizados para seguir los pasos del Señor, revelando partes de su carácter a lo largo del camino.