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¿De modo que usted quiere ser perfecto?

Buenas noticias. Es posible, y más sencillo de lo que piensa.

Michael Morgan 22 de diciembre de 2024

La predicación del Señor Jesús puede ponernos los pelos de punta algunas veces. El solo hecho de mirar con lujuria a una mujer ya es adulterio. El solo llamar tonto a alguien ya es homicidio. Sin embargo, la frase que siempre me ha asustado más es: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt 5.48). Ojalá lo consigamos. No puedo ni siquiera llegar al trabajo después de un tráfico pesado sin llamar a alguien (o a muchos) tonto, por lo que la perfección no es posible de lograr. ¿Por qué parece que el Señor nos llama a hacer algo imposible?

Ilustración por Keith Negley

Hace más o menos un año nuestra familia se mudó a una nueva casa del pequeño Cabo Cod que mi esposa y yo compramos como nuestra primera casa. Los perros quizás fueron quienes más se beneficiaron, pasando de un pequeño patio cercado a casi un acre con muchos árboles (con sus respectivas ardillas para perseguirlas). Nuestros hijos, por fin, tuvieron habitaciones separadas, y mi esposa, un baño que ya no tenía que compartir con los niños. Yo conseguí una chimenea de leña. Les digo a mis amigos que esto ha dado inicio a la fase de leñador de mi crisis de mediana edad. Ahora tengo un hacha y la uso a menudo.

Partir leña es un trabajo duro. Con el tiempo, a medida que uno aprende qué troncos van a requerir un esfuerzo extra, se acostumbra a balancear el hacha con una eficiencia de sangre fría. Pero de vez en cuando, uno colocará un tronco en el bloque de cortar y el hacha lo atravesará como si se estuviera cortando mantequilla con un cuchillo caliente. ¿La diferencia? Ese tronco estaba podrido. Se veía bien por fuera, pero por dentro hacía que la madera fuera inútil. Se podría decir que el tronco no tenía integridad

La idea de ser una cosa por fuera y otra por dentro es lo que captó mi atención en el artículo de Jonathan Pennington: “A Biblical Theology of Human Flourishing” (Una teología bíblica del florecimiento humano). Así es como él entiende el llamado a ser perfecto:

Una de las ideas clave, si no la idea clave, en el Sermón del monte es “totalidad”, “completitud” o “devoción singular”. Para Mateo “el discípulo es aquel cuya dedicación a Dios es total, singular”. Este énfasis en la singularidad o dedicación total… encuentra su versión más clara en la declaración paradigmática en Mateo 5.48: “Sed teleios como vuestro Padre celestial es teleios”. Decir que debemos ser teleios como Dios es decir que debemos ser completos. Debemos ser singulares en quienes somos, no una cosa por fuera, y otra por dentro. El llamado a la telios-nidad en Mateo 5.48 y en todo el Sermón es el mismo llamado a la “santidad” que vemos en todo el Antiguo Testamento (y el resto del Nuevo Testamento): no perfección moral, sino orientación completa hacia Dios.

Esta es una buena noticia para mí y para cualquier otro estadounidense del siglo XXI. Tendemos a pensar que ser “perfectos” significa que estamos libres de imperfecciones, que tenemos las calificaciones más altas en los estudios, y que ejecutamos acciones impecables. Pero el mandamiento de “ser perfectos” tiene que ver más con nuestra orientación hacia Dios. Y en nuestro mundo imperfecto, eso significa ser una persona honesta que asume la responsabilidad de su vida, incluidos los errores. Tiene más que ver con la advertencia del Señor Jesús de no ser sepulcros blanqueados, que con seguir la ley hasta la última jota y tilde, incluso en nuestros pensamientos. En otras palabras, ¿qué es peor que ser un pecador? Ser un pecador que actúa como si no lo fuera.

Esa es una de las razones por las que el Señor Jesús nos recuerda que nuestro Padre es perfecto: Él es siempre genuino y auténtico. No cambia, y no finge ser bueno para ocultar algún aspecto siniestro en su interior. Dios se revela a sí mismo sin engaño, sin ocultar nada. Sí, Él fue y es sin pecado, y eso es crucial, pero lo que el Señor en realidad quiere que emulemos es la integridad de Dios, porque no podemos copiar su desempeño.

Para nosotros, esforzarnos por la perfección es en realidad (por ironía) menos acerca de ser perfecto y más acerca de ser sinceros en cuanto a nuestra imperfección. Esto significa, por ejemplo, reconocer cuándo hemos lastimado a alguien, asumir lo que es nuestra culpa y disculparnos. O podría significar elegir no servir a alguien porque solo estamos interesados en lo que obtendremos de la relación o en cómo eso nos ayudará a mantener las apariencias. Cuando somos de una manera por fuera y de otra por dentro, nadie se beneficia.

Sé que es probable que seamos la única familia a la que le sucede esto, pero de vez en cuando tenemos discusiones cuando intentamos salir de casa los domingos por la mañana. Alguien no se levanta del sofá para vestirse tan rápido como a otra persona le gustaría. Luego, alguien más dice algo mordaz, pensando que calmará las cosas cuando sus palabras en realidad son más como echar gasolina al fuego. Para el momento en el que subimos al auto, los sentimientos de todos están un poco heridos.

Luego llegamos a la iglesia, y otras familias están allí con sus mejores ropas, luciendo como si no hubieran librado una batalla épica desde la puerta de su casa hasta cruzar la ciudad. Nos sentamos en nuestro banco sintiéndonos como la familia más disfuncional del mundo. Unos verdaderos ganadores de la cinta azul en esa categoría.

Entonces sí, a veces los domingos me resulta muy difícil la adoración.

Mantener esta fachada de un cristianismo perfecto de domingo es agotador. No hay integridad en ello, y yo, por mi parte, me sentiría muy solo si tuviera que mantenerla semana tras semana. Repetiría en mi cabeza las discusiones de la mañana, convencido de que no encajaba entre las otras familias que parecían tenerlo todo bajo control. Felizmente, el Señor Jesús me llama al mejor camino y me ofrece la medicina para mi enfermedad espiritual. Necesito esforzarme por ser sincero y asegurarme de que cada parte de mí esté en armonía. Así como Dios revela quién es Él en realidad en todo momento, yo también debería hacerlo.

Menos mal que tenemos la bendición de conocer a otras familias en la iglesia, y cuando nos reunimos, hablan sobre cómo son en realidad los domingos por la mañana (o los sábados por la noche, o los preparativos para el día siguiente de escuela o las noches después de que los niños se acuestan). Nadie que yo haya conocido tiene una vida familiar “perfecta”. Confesaré que no siempre me gusta hacerlo, pero escuchar esas historias y contar a alguien cómo son en verdad las cosas por dentro es un ingrediente esencial para la integridad. Así es como entra la luz, y la luz es donde comienza la sanación. Ya sea ruidoso o silencioso, todos estamos soportando el pecado y el conflicto a nuestra manera. Todos confiamos en que la gracia y la misericordia del Señor abunden, y hacerlo es mucho más fácil cuando uno no está solo en la espera.

Puedo informar que, hasta la fecha, confesar que perdí la paciencia con mis hijos no me ha curado de mi enojo. Todavía soy más parecido a ese tronco podrido de lo que me gustaría admitir. Por el contrario, a veces parece que todo lo que hace la luz es mostrar cuán extensa es en realidad la descomposición. Sin embargo, me he dado cuenta, sobre todo en las noches cuando nuestro pequeño grupo se reúne, que estar rodeado de otros que conocen a nuestra familia y nos escuchan en nuestras heridas y frustraciones puede transformar por completo un domingo miserable.

Los verdaderos hermanos no nos miden por quiénes somos por fuera, ni siquiera por la manera tan auténtica como revelemos quiénes somos por dentro. No nos miden en absoluto porque saben que nuestra integridad proviene del mismo lugar que la de ellos: de la misericordia de Dios derramada a través de su Hijo. Y cada vez que he recibido misericordia de los miembros de mi grupo pequeño, el peso del fracaso no se siente tan pesado en mi corazón. En esas noches, regreso a casa con una paz mucho mayor de la que tenía al llegar al grupo.

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