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Dar amor y recibir amor

Las amistades cristianas van más allá de lo negociable –son divinas.

Renee Oglesby 11 de agosto de 2022

“El Espíritu Santo entró a nuestro corazón, haciendo posible que tengamos una relación deleitosa con el Señor y entre nosotros. El pueblo de Dios necesita confraternizar —todos necesitamos amigos”.          

—Charles F. Stanley: “Relaciones atinadas”.

Ilustración por Adam Cruft

Todavía me atormenta, a veces, las cosas que le dije a mi mejor amiga durante nuestra primera y, en realidad, única pelea. Pasaron los años y finalmente nos reconciliamos, aunque nuestra relación nunca ha sido la misma. Un improperio, alimentado por los celos, la ira y la inmadurez de mi parte, rompió años de amistad entre nosotras. Es uno de los momentos de la vida de los que menos orgullosa estoy, y he deseado muchas veces tener una segunda oportunidad. ¡Si tan solo la vida funcionara así!

Fue con este pesar en mente que leí las sabias palabras del Dr. Stanley sobre las amistades cristianas. Y me sorprendió por primera vez la necesidad de la obra del Espíritu Santo, en y entre nosotros, si queremos que nuestras relaciones se desarrollen de forma pacífica y gratificante. Así como necesito muchísimo la ayuda del Espíritu Santo para discernir de manera apropiada y crecer espiritualmente, también necesito su ayuda para encontrar amigos con mentalidad similar e interactuar con ellos de una manera fructífera: con “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio” (Gálatas 5.22, 23 LBLA). Esas cualidades no surgen de manera natural; hay que valorarlas, buscarlas y practicarlas.

Así como necesito muchísimo la ayuda del Espíritu Santo para discernir de manera apropiada y crecer espiritualmente, también necesito su ayuda para encontrar amigos con mentalidad similar e interactuar con ellos de una manera fructífera.

En definitiva, el fruto del Espíritu es una consecuencia de su obra en nuestros corazones. Solo Él puede fortalecernos y hacernos madurar hasta convertirnos en personas “que con actitud humilde… considere al otro como más importante que a sí mismo” (Filipenses 2.3, 4 LBLA). Solo Él puede transformarnos en personas capaces de dar amor y recibirlo de los demás, el mismo amor que revela quiénes somos y de Quién somos (Juan 13.35). 

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