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Cómo manejar a las personas tóxicas en su vida

Una guía En Contacto para una mejor salud espiritual

Liuan Huska and Personal de Ministerios En Contacto 29 de diciembre de 2024

¿Alguna vez ha notado usted una sensación de temor en la boca del estómago cuando piensa en estar cerca de ciertas personas? O tal vez tiene grandes esperanzas de interactuar con alguien, pero va sintiéndose incómodo, ansioso y peor por cualquier cosa. Cuando estos sentimientos son constantes, es posible que su relación con esa persona sea tóxica.

Ilustraciones por John Hendrix

Si se encuentra en una relación dañina, no hay necesidad de entrar en pánico o sentirse avergonzado. Aunque es lamentable, no es inusual que nos enfrentemos a estas situaciones en nuestra experiencia humana. Pero deben ser abordadas, y el primer paso para tener relaciones más saludables que honren su propia dignidad dada por Dios es reconocer cuándo una situación o persona es perjudicial.

Esto no es fácil. Como cristianos, estamos llamados a amar como Cristo nos amó. Pero a veces malinterpretamos este llamado como la necesidad de estar todo el tiempo disponibles y abiertos a los demás, incluso en situaciones en las que personas nos han lastimado una y otra vez. Tenemos que recordar que el Señor Jesús nos llamó a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mr 12.31). Amarnos a nosotros mismos y protegernos de patrones dañinos nos permitirá amar a nuestros prójimos de una manera más plena.

Interactuar con amigos y familiares tóxicos de manera saludable no significa que no los amemos o no pasemos tiempo con ellos. Pero sí significa ser conscientes de cómo estas personas nos afectan, y establecer límites saludables para que no absorbamos los efectos de sus hábitos negativos o destructivos. 

Si no está seguro de si la persona que tiene en mente es “tóxica”, está bien: la situación rara vez está tan clara a la vista. Donde sea que se encuentre su relación en el espectro, esta guía puede ayudarle a que sea más segura. Es posible que la relación nunca se sane por completo o sea del todo saludable, pero queremos ayudarle a descubrir cómo manejar esa ambigüedad. Nuestra esperanza es que, después de leer esto y considerar todo lo que aprenda, se sienta preparado para enfrentar las complejidades en su relación. También oramos para que esta guía traiga sanación de alguna forma o manera, tanto para usted como para la otra persona.

Identifique y entienda los patrones

Cuando comience a notar que estar cerca de cierto amigo o familiar siempre le hace sentir mal, el primer paso es observar más de cerca lo que está sucediendo. Respire hondo y confíe en el Espíritu Santo, que está presente en usted. Luego, examine que sucede con su patrón de interacción que es poco útil. Es posible que deba hacer esto en la presencia fiable de un amigo, de un pastor o de un consejero de confianza. A veces, es útil tener una perspectiva externa para ayudarle a ver los patrones no saludables tal como son. Reflexione sobre las siguientes preguntas:

  • ¿Qué cosas que está haciendo o diciendo (o no está haciendo o diciendo) esta persona que le parecen tóxicas?

  • ¿En cuáles situaciones aparece este comportamiento negativo?

  • ¿Cómo le afecta el comportamiento? ¿Cómo afecta a su relación?

Cuando usted comience a identificar patrones no saludables, esto crea un espacio entre usted y la persona o situación que antes no existía. Le proporciona un respiro y le ayuda a darse cuenta de que no está indefenso. A través del poder de Cristo en usted, tiene la capacidad para responder de maneras compasivas, sanadoras y vivificantes.

También es importante recordar que los patrones relacionales tóxicos no son solo interpersonales. A menudo surgen de contextos sociales más amplios. Todos hemos sido afectados por circunstancias que escapan de nuestro control: la política polarizante, la discriminación, la guerra, la violencia y la presión para conformarnos a ideales rígidos de éxito mundano o piedad religiosa. En otras palabras, el pecado ha afectado todos los niveles de relación, desde lo interpersonal hasta lo social. La persona frente a usted también ha sido herida y absorbido los efectos del pecado. Cuando reconocemos esto, comenzamos a entender que la toxicidad de alguien no es el único factor determinante a considerar. Esa persona no es irreparable. La obra redentora de Cristo es posible en la vida de esta persona, en su relación con ella y en la comunidad en general. 

Establezca límites saludables

Después de identificar patrones tóxicos, podemos tomar medidas para minimizar su impacto en nosotros. Podemos establecer límites en nuestra interacción con personas tóxicas y elegir estar presentes en dosis manejables. Pudiera ser muy incómodo si usted tiene la costumbre de decir sí todo el tiempo a las peticiones de este amigo o miembro de la familia. Pudiera parecer que no está siendo amoroso. Pero recuerde el mandamiento de la Sagrada Escritura: Ama a tu prójimo como a ti mismo (Mr 12.31). Es sabio y amoroso establecer límites saludables.

La gente tiende a pensar en los límites de las relaciones como un muro de ladrillos que bloquea por completo a alguien. En lugar de eso, intente imaginar sus límites personales como una cerca con una puerta. Hay momentos para abrir la puerta y dejar entrar a alguien, y también hay momentos apropiados para cerrarla por su bienestar mental, emocional y físico. Usted tiene permiso para manejar la puerta como mejor le parezca. 

Por ejemplo, podría rechazar algunas invitaciones y peticiones o aceptarlas de manera “limitada”:

  • “Sí, te visitaré, pero debo marcharme después de una hora”.

  • “Está bien, asistiremos al Día de Acción de Gracias, pero necesitamos acordar de antemano que no vamos a hablar de política”.

  • “Seguro, podemos pasar el rato juntos, pero me afecta de forma negativa cuando haces comentarios sobre [mi apariencia, mi pareja, nuestra iglesia, este grupo de personas, etc.]. Si comienzas a hacer eso, tendré que marcharme”.

La otra persona puede molestarse y pedirle que se explique. Ore por el discernimiento de Dios sobre cuánto decirle. A veces, una conversación sincera puede comenzar a cambiar los patrones si la otra persona está abierta a ello. En otras ocasiones, usted podrá encontrar que la persona está a la defensiva o reacciona con enojo. Si usted presiente que la conversación no será útil, está bien decirlo. No siempre necesita explicar por qué ha establecido límites. Puede tan solo establecerlos, con firmeza y de manera afable.

Encuentre prácticas para liberar la toxicidad

En las relaciones dañinas, es inevitable que nos veamos afectados por las heridas y el dolor de la otra persona. Esto es parte de la experiencia humana. Sin embargo, no necesitamos aferrarnos a ningún efecto persistente de toxicidad. Cristo ha llevado la carga del pecado por nosotros (1 P 2.24). Ya no tenemos que soportar esta carga por nuestra cuenta, sino que podemos entregársela a nuestro amoroso Salvador.

¿Cómo podemos dejar que el Señor Jesús lleve nuestras cargas tóxicas? Aquí hay una serie de sugerencias prácticas. Debido a que nuestros cuerpos y nuestras almas están entrelazados, las prácticas físicas, así como los ejercicios mentales, pueden ser una parte útil de nuestra sanación integral.

  • Comparta sus pensamientos con otros creyentes que le sean de confianza. Permita que el Cuerpo de Cristo lleve esta carga con usted (Ga 6.2). 

  • Practique el movimiento sanador. Incluye correr, caminar por el bosque, bailar o cualquier otra forma de ejercicio que le haga sentir bien. Como dice a menudo un amigo consejero: “Llevamos nuestros problemas en nuestros tejidos”. El experto en trauma Bessel van der Kolk tiene otra manera útil de ver esta idea. En su libro del mismo nombre, lo enmarca como “El cuerpo lleva la cuenta”. Cuando nos encontramos con algo doloroso o amenazante, nuestro cuerpo responde con una oleada de sustancias químicas por lo común conocidas como “una respuesta de lucha o huida”. En nuestra vida cotidiana, ya no necesitamos huir de un gran depredador como un tigre, pero la práctica de moverse puede ayudar a nuestros cuerpos a procesar estos químicos y volver a un equilibrio básico en lugar de permanecer en alerta máxima.

  • Pruebe la expresión creativa. Esto puede incluir escribir en un diario, hacer manualidades o tocar un instrumento. Dese espacio para dedicar tiempo a su forma de arte preferida para procesar la toxicidad relacional en la presencia de Dios, no solo de manera lógica en su cerebro sino también de manera instintiva con todo su ser. 

  • Practique la imaginería guiada. En el libro para niños Isaiah and the Worry Pack (Isaías y su mochila de preocupaciones), la autora Ruth Goring describe la imaginería guiada como una disciplina espiritual: “Una forma de oración que nos permite encontrarnos con Dios a través de una narrativa imaginativa abierta”. En el libro de Goring, un niño preocupado le muestra al Señor Jesús su mochila llena de bloques, símbolo de todas sus preocupaciones. Y luego, al final, puede dormirse.

Estas son algunas ideas para ayudarle a probar la imaginería guiada:

  • ¿Qué tal si se imagina en compañía de este amigo o familiar tóxico y luego se imagina al Señor Jesús acompañándolos a ustedes dos? ¿Qué forma tomaría la toxicidad? ¿Qué haría el Señor con eso?

  • ¿Cómo interactuaría el Señor con su amigo o familiar?

  • ¿Cómo interactuaría el Señor con usted? ¿Cómo respondería usted?

No importa lo difícil que sea la situación, Cristo nos dice a cada uno de nosotros: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mt 11. 28-30). La invitación del Señor no quiere decir que Él cambiará a la persona que le hace daño. Pero sí significa que promete ayudarle a manejar la situación.

Recuerde que las relaciones tóxicas son complicadas y no hay una solución sencilla de la noche a la mañana. No tenemos que apresurarnos. De hecho, es probable que Dios nos anime a “apresurarnos despacio”, a iniciar algún tipo de acción, pero con cuidado, con expectativas sin prisas y con confianza en Él. Entonces, tal vez usted comience a observar sus propios sentimientos de ansiedad en presencia de la persona. Al día siguiente, puede dar el siguiente paso y orar por sabiduría para discernir los límites, y así poco a poco. Eso es todo lo que podemos hacer, el resto depende de Dios.

A medida que entregamos al Señor nuestras relaciones difíciles, nuestro dolor y nuestras cargas, descubriremos una libertad y una tranquilidad que antes no teníamos. Encontraremos opciones en lo que antes parecían relaciones sin salida, y podremos manejar a amigos y a familiares tóxicos de maneras más saludables y vivificantes, maneras que en última instancia apuntan a Cristo.

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