¿Debo quedarme o debo irme? Cualquier domingo, algunas de las personas que adoran a su lado en los bancos podrían estar haciéndose esta misma pregunta sobre su iglesia. Una de esas personas podría incluso ser usted.
Hay algunas razones obvias por las que una persona puede dejar una congregación, como el mudarse a un nuevo hogar o un cambio en la situación familiar, como el matrimonio o el divorcio. Pero en algunos círculos, si otros tipos de preocupaciones le llevaron a las puertas de salida, es posible que los líderes le hayan etiquetado como un “buscador de iglesias” y hayan atribuido su partida a sus hábitos de búsqueda, falta de compromiso o inmadurez espiritual.
Ilustraciones por Abbey Lossing
Si bien podría ser divertido buscar un nuevo par de zapatos, pocos encuentran agradable el proceso de “búsqueda de iglesias”. Es incómodo y desorientador ser la persona nueva en la multitud cuando está buscando una iglesia. Como resultado, algunos evitan esa incomodidad permaneciendo demasiado tiempo en una congregación poco saludable por un sentido de lealtad al pasado, una esperanza de cambio o la comodidad de una red de vínculos familiares.
Saber cómo y cuándo dejar una iglesia puede ser una experiencia dolorosa y desconcertante. Hemos elaborado esta guía para ayudarle a lidiar con el proceso. Y aunque dejar una iglesia nunca es una decisión que deba tomarse a la ligera, recuerde siempre que es usted quien debe tomarla, con oración, sabia orientación y la mirada puesta en profundizar su relación con Dios, quien puede encontrarse y será encontrado sin importar dónde usted elija estar (Salmo 139.7-10).
Evaluar la situación
Los expertos en tendencias en las iglesias estiman que alrededor del 7% de nosotros abandonaremos nuestro hogar congregacional en un año determinado. La mayoría, pero no todos, elegirán cambiarse de una comunidad de fe a otra.
La situación de cada persona es diferente y cada congregación es única, pero hay una serie de razones importantes por las que usted podría estar considerando dejar su iglesia. Algunos ejemplos comunes son:
Conflicto relacional – El objetivo en un choque interpersonal debería ser la reconciliación. Sin embargo, a veces es más saludable para las partes contrarias que pongan una cierta distancia en una relación ministerial, como hicieron Pablo y Bernabé en Hechos 15.36-41.
Desacuerdo doctrinal – Es posible que se haya unido a una iglesia que sostenía un conjunto particular de convicciones doctrinales, pero un cambio en el liderazgo o en la cultura de la congregación puede estar llevando a ese cuerpo local en una dirección que usted no aprueba en lo personal.
Abuso espiritual – Los pastores que abusan de su poder hacen un daño inmenso a las personas que pastorean. En Mateo 18.1-7, el Señor Jesús lanza una severa advertencia a aquellos que quieran perpetrar daño a los débiles y vulnerables. El principio se aplica a todos los que estén en una posición de autoridad espiritual sobre otros.
Necesidades de la familia – Es posible que la iglesia no tenga un ministerio para su hijo con necesidades especiales o que no pueda atender a un miembro de la familia que hable inglés como segundo idioma, por ejemplo. Y puede ser que usted no se sienta llamado a asumir los desafíos mentales y físicos que conlleva la creación de un programa para satisfacer esas necesidades. Otros factores domésticos también pueden influir en su decisión, desde tratar de mantener la paz con un cónyuge o hijos no creyentes hasta las exigencias de los horarios de trabajo o el cuidado de un familiar anciano. Irse para encontrar una congregación que le apoye es una opción razonable.
Falta de fruto – ¿Cuál es el efecto de la enseñanza de la iglesia en otras áreas de su vida? ¿Usted se está fortaleciendo en su fe, sus relaciones y su llamado, o la iglesia se está centrando en cuestiones culturales y políticas que no están dando el tipo de fruto que el Señor Jesús dijo que permanecería (Juan 15.16, 17)?
Tomar la decisión
¿Debo quedarme o debo irme? es una pregunta que merece una reflexión en oración, pero tiene una pregunta complementaria que podría ser igual de importante si está considerando dejar su iglesia: Si me voy, ¿cómo debo hacerlo? No hay respuestas sencillas, pero algunos principios útiles pueden guiarle mientras busca discernir el corazón de Dios sobre el asunto.
Comience con oración. En el Salmo 139, David expresó su confianza en el Dios que lo creó y lo amó en perfecto amor. Terminó el salmo con esta oración: “Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno” (Salmo 139.23, 24 LBLA). Esté usted dispuesto a dejar que el Espíritu Santo examine sus motivos y le revele cualquier problema que pueda necesitar resolver para tomar una decisión sabia.
Busque el consejo sabio. Otra parte importante del proceso de discernimiento incluye hablar de sus preocupaciones, en lo posible con alguien que no pertenezca a su círculo actual de la iglesia. Esta persona puede ser un amigo, o tal vez incluso un consejero profesional, sobre todo si está preocupado por un posible abuso espiritual en su congregación. A veces, el simple hecho de hablar con una persona externa puede ayudarle a tener una perspectiva de su situación.
He aquí algunas preguntas que puede hacerse a sí mismo, o a alguien en quien confíe, al pensar en su decisión:
¿Podrían mis motivos ser egoístas, o están impulsados por el deseo genuino de obedecer a Dios?
¿He tenido algún papel en la situación actual que me está haciendo considerar la posibilidad de marcharme?
¿He hecho todo lo posible para que me sea posible quedarme?
¿He considerado el efecto que mi partida tendrá en los demás? ¿En mí mismo? ¿En mi familia?
¿Estoy tomando esta decisión considerando todos los aspectos y factores, prestando atención tanto a la lógica como a mis emociones, o es una de las dos la que domina mi pensamiento?
¿Me estoy convirtiendo en esta iglesia en la persona que Cristo quiere que sea? ¿Cómo estoy ayudando a llevar el evangelio?
¿Hay alguien con quien deba reconciliarme antes de marcharme?
¿Cómo debo despedirme de las personas que estoy dejando? ¿Cómo puedo hacerles saber que las amo y valoro, sea cual fuere de mi decisión?
Escríbalo. De manera similar, puede ser útil escribir sobre sus preocupaciones, incluso si no tiene el hábito de llevar un diario. Esta práctica puede guiar sus oraciones y revelar preguntas más profundas que aún no ha expresado sobre la iglesia actual. También puede aclarar qué buscar en una congregación y cómo podría servir mejor en una nueva iglesia, en caso de tomar la decisión de abandonar la actual.
Medite. Puede ser útil utilizar este tiempo de discernimiento para aclarar lo que cree. Meditar en las palabras de un credo histórico de la fe, como el Credo de los Apóstoles, o sumergirse en uno de los evangelios puede reorientar su alma hacia las cosas que más importan sobre seguir al Señor Jesús. Es fácil perderle de vista a Dios cuando su experiencia en la iglesia está caracterizada por la turbación, la tristeza y el conflicto.
Retírese poco a poco. Es posible que quiera tomar el proceso por etapas antes de decidir si hacer una salida permanente. Intente alejarse de cualquier responsabilidad ministerial que tenga. Considere si parte de su frustración con la iglesia actual puede ser una señal de que está agotado de servir. Utilice el espacio que se ha abierto en su vida como un tiempo para descansar, lo que por definición le ayudará a tener perspectiva. Incluso podría utilizar algunos domingos para visitar otras iglesias y así tener una idea de qué otras opciones hay disponibles.
Dé el primer paso
Si decide que ha llegado el momento de marcharse, prepárese para comunicarlo de algún modo a los líderes de la iglesia. Algunas congregaciones tienen mecanismos formales para desactivar la membresía. Si está lidiando con un pastor o diferencia teológica difícil, querrá considerar con cuidado hasta qué punto es en realidad necesario decirlo, ya que es posible que algunos líderes no respondan a su decisión de forma comprensiva.
Propóngase no responder de la misma manera. Si ha sido herido por la iglesia, es natural que procese ese dolor con otras personas que entiendan la situación. Pero tenga cuidado al hablar de su antigua congregación, sobre todo con aquellos que puedan conocer a algunas de las personas involucradas. Esa precaución es una forma activa de estar en guardia contra la amargura (Hebreos 12.15). Por ejemplo, preste atención a sus reacciones físicas con respecto a las personas con quienes ha tenido un conflicto: ¿Siente la sensación de lucha o huida, característica de una respuesta de adrenalina, cuando piensa en esas personas o se encuentra con ellas? ¿Puede hacer contacto visual con ellas? Las respuestas a estas sencillas preguntas pueden ser un sistema útil de alerta temprana sobre lo que está sucediendo en su alma, y puede reaccionar con calma en lugar de hacerlo de forma impulsiva, defensiva o agresiva.
Esté preparado para procesar algunas emociones. Por último, reconozca que puede experimentar dolor. Algunas o todas sus relaciones con los miembros de su antigua iglesia es probable que cambien, y la experiencia de marcharse le cambiará a usted. Se acerca el día en que toda lágrima será enjugada de nuestros ojos (Apocalipsis 21.1-4), y juntos seremos un cuerpo entero y sano. Hasta entonces, navegamos hacia nuestro hogar en un mundo roto, pero que tiene espacio y gracia suficientes para que elijamos con oración las iglesias que son adecuadas para nosotros.
La decisión de dejar una iglesia nunca es fácil, en especial cuando se produce después de un largo período de conflicto relacional o teológico. Puede sentir que está cargando un “equipaje” espiritual que no había previsto, pero eso está bien. No hay un plazo para el cierre, así que está bien tomar las cosas a su propio ritmo. Y mientras procesa las emociones, recuerde que no está solo. La Sagrada Escritura nos dice que “cercano está Jehová de los quebrantados de corazón y salva a los contritos de espíritu”, y que “amigo hay más unido que un hermano” (Salmo 34.18; Proverbios 18.24). Al tomarse el tiempo para abordar con oración estos pasos, usted puede aligerar la carga y, seguro en el amor de Dios, seguir adelante con más confianza hacia su próximo hogar congregacional.